Mañana se inaugura un nuevo Mundial. Farid Barquet Climent nos cuenta cómo ha cambiado el criterio para decidir los equipos que han tenido el honor de dar las primeras patadas al balón dentro del máximo certamen del futbol internacional
En el primer Mundial que vi, México 86, estaba vigente la costumbre de acuerdo con la cual el equipo campeón del certamen inmediato anterior disputaba el partido inaugural. En aquel verano mexicano Italia abrió el torneo contra la selección de Bulgaria. Un equipo italiano sensiblemente inferior al que ganó la Copa en España cuatro años antes, apenas pudo obtener un empate con los búlgaros en la cancha del estado Azteca. El partido fue tan gris como el entonces Presidente de México, Miguel de la Madrid, quien esa tarde se convirtió en merecido recipiendario de la rechifla ensordecedora —que bien recuerda el escritor José Agustín en su Tragicomedia mexicana— que el público mexicano le profirió por la errática respuesta de su gobierno al sismo que afectó a la Ciudad de México tan sólo nueve meses antes y por su negativa a recibir ayuda internacional con motivo de la tragedia.
En Italia 90 Argentina inició en Milán la defensa de su título ante Camerún, cuya selección se convirtió en la feliz revelación del torneo. Aquella tarde las tribunas del estadio Guiseppe Meazza olían a venganza: la afición milanesa ansiaba ver caído a Diego Armando Maradona, crack argentino que vistiendo la camiseta del sureño Nápoles cometió la osadía de ganarles trofeos de liga y de copa a los equipos históricos del norte de la península. La laxitud arbitral para sancionar las faltas de los africanos, aunada a la falta de puntería de los atacantes pamperos, produjeron lo inesperado: la selección albiceleste, capitaneada por el mejor jugador del mundo, fue derrotada 1-0 gracias a un gol de Omam Biyik que marcó la oxigenante y renovadora irrupción de África en el concierto mundial del futbol.
La costumbre continuó tres mundiales más: en Estados Unidos 94 y Francia 98 los campeones defensores, Alemania y Brasil, respectivamente, ganaron sin mayores sobresaltos sus partidos inaugurales ante Bolivia y Escocia por 1-0 y 2-1. Pero en Corea-Japón 2002, como una de esas vueltas de la historia de las que solía hablar Octavio Paz, se reeditó lo acontecido en Italia 90: un equipo africano sin palmarés como Senegal venció por 1-0 a la Francia campeona mundial con Zinedine Zidane lesionado.
La deferencia que cada cuatro años se prodigaba al campeón defensor llegó a su fin en 2006. Desde entonces la selección del país sede inaugura el Mundial. En Alemania 2006 los anfitriones vencieron a Costa Rica 4-2 en Munich y cuatro años después Sudáfrica empató con México 1-1 en Johannesburgo. En Brasil 2014 se impuso a Croacia y mañana Rusia enfrentará al rival de menos renombre de su grupo: Arabia Saudita. El motivo del cambio parece evidente: mientras se tuvo la costumbre se homenajear al campeón, la euforia del público testigo de las ceremonias inaugurales no podía prolongarse durante los noventa minutos de un partido entre selecciones del todo ajenas a la mayoría de los asistentes, naturales del lugar.
Por: Farid Barquet Climent
Foto: Anotando Fútbol