En entrevista con FutboLeo, Luis Alberto Pato Baeza nos cuenta la historia de cómo descubrió el talento del hoy seleccionado nacional Jesús Gallardo. También nos compartió algunas reflexiones acerca del estado que guarda la formación de futbolistas en México.
Por: Farid Barquet Climent
Su voz, del otro lado del teléfono, no es la de un hombre jactancioso. Su forma de hablar está muy alejada de la presunción. En ningún momento se atribuye ningún protagonismo, menos reclama aplausos. Luis Alberto Baeza Ramírez, mejor conocido en el mundo del futbol como Pato Baeza, es el descubridor de Jesús Gallardo. Es quien tuvo el ojo clínico para detectar el potencial del zurdo tabasqueño, es quien puso en el camino de la Primera División al lateral izquierdo que ha deslumbrado en los dos primeros partidos de la selección mexicana en el Mundial Rusia 2018.
Retirado del futbol a los veinticuatro años de edad por decisión propia, Baeza empezó a participar en la organización de torneos infantiles y juveniles, en los que vio jugar a un sinnúmero de niños, algunos de ellos con aptitudes para convertirse en profesionales. Hoy recuerda que de inmediato empezó a preguntarse: “¿A estos chavos quién los ve? ¿Cómo se puede hacer para que a estos chavos los vean los clubes profesionales?”, dice este ex jugador de los Pumas de mediados de los años ochenta.
Por la relación que trabó con Guillermo Memo Vázquez padre a su paso por el equipo universitario, Baeza comenzó a canalizar jóvenes promesas a las fuerzas básicas del Club Universidad Nacional. Uno de ellos fue Javier Cortés, quien terminó siendo el jugador clave en la conquista del séptimo campeonato de Primera División del conjunto auriazul en 2011 y acaba de coronarse nuevamente como campeón del futbol mexicano con el Santos Laguna el pasado 20 de mayo.
A la llegada de Memo Vázquez hijo a la dirección técnica del primer equipo unamita, Baeza fue invitado a colaborar como coordinador de las categorías de menor edad de las divisiones inferiores de los Pumas. Ahí diseñó programas de visoría y detección de talentos, que se nutrieron del conocimiento que adquirió acerca de cómo se trabaja la formación de futbolistas en otros países, sobre todo a partir de su asistencia consuetudinaria, en su puesto de Coordinador Deportivo de los universitarios, al torneo que desde más de siete décadas se juega cada año en Viareggio, Italia. Cuando se le pregunta qué se necesita para ser un buen visor, Pato antepone la dedicación a la intuición: “necesitas ver mucho futbol, y de todos los niveles, no sólo Primera División”, enfatiza el también jugador del Necaxa de finales de los ochenta y del Neza de principios de los noventa.
Recuerda el día que vio jugar por primera vez a Jesús Gallardo. Dice que iba a visorear a un jugador, sí, pero no era el hoy camiseta ‘23’ de la selección. Acudió al estadio de Dos Ríos, en el Estado de México, porque le habían hablado maravillas de un jugador del Tecamachalco de Tercera División. Ese día el Tecamachalco enfrentó al Jaguares de la Sección 48 del Sindicato Petrolero —la correspondiente a Tabasco—, equipo en el que jugaba Gallardo. “Desde ese momento pensé: ‘¡es una fiera!’”, dice Baeza. El marcador de aquel partido que propició el salto de Gallardo a los Pumas no fue bueno para los Jaguares, pues quedaron eliminados de la competencia. Al terminar el encuentro Baeza se apresuró a entablar contacto con sus directivos y pudo fijar una fecha cierta para que Gallardo se presentara en las instalaciones de la Cantera universitaria, pero el tabasqueño no llegó. Finalmente lo hizo dos días después, lo cual no fue impedimento para que Baeza le diera la oportunidad de incorporarse a los entrenamientos.
“Chucho era un garbanzo de a libra. Era muy diferente a lo que había en la cantera”, afirma hoy Baeza desde su escuela de futbol en el municipio de Texcoco, en la que se recrean y divierten más de 200 niños. Recuerda que más que cuestiones técnicas, con Gallardo se trabajó sobre todo el aspecto físico en gimnasio, que al principio no era del agrado del joven, hasta que paulatinamente fue internalizando el hábito, siempre asesorado por personal experto para evitar lesiones o incurrir en sobreentrenamiento que pudiera perjudicar su desempeño.
Precisamente porque sabe que “el trabajo mental en México es muy pobre”, Baeza destaca la “fortaleza mental” del hoy futbolista de 23 años de edad, al que con la familiaridad del afecto respetuosamente llama Chucho, al que vio adaptarse, no sin dificultades. al cambio de vida que supone mudarse, a temprana edad, de la pequeña ciudad tabasqueña de Cárdenas a la capital del país.
¿Cómo lograr que la proyección de jugadores como Gallardo sea algo habitual y no la excepción? Baeza considera que en las categorías infantiles y juveniles debe haber entrenadores “con vocación de fuerzas básicas”, que no entiendan su estancia en la dirección de categorías inferiores sólo como un paso necesario para algún día llegar a dirigir en Primera. Para que haya gente especializada en el futbol formativo, Baeza considera necesaria la dignificación de las remuneraciones de quienes tienen a su cargo a los futuros futbolistas: “La gente formadora debe tener sueldos importantes”, afirma.
El entorno familiar y social de los jóvenes incide en que su carrera profesional se logre o se trunque. Las familias de los prospectos muchas veces los presionan excesivamente, depositando en ellos expectativas de ascenso social que no es aconsejable descargar sobre sus hombros a edades tan tempranas. Baeza propone brindarles apoyo profesional, que se les deberá seguir proporcionando cuando tengan sus primeros contactos con la fama concomitante al deporte de élite. Recuerda cómo Gallardo, apenas seis meses después de dejar Tabasco, ya jugaba al lado de Darío Verón, al que antes veía por televisión.
A pesar de que fue convocado habitualmente a la selección nacional por Juan Carlos Osorio durante toda la eliminatoria, el altísimo nivel mostrado por Gallardo en los dos primeros partidos del Mundial lo ha convertido en toda una revelación para la afición mexicana y también para los clubes europeos que ya lo tienen en su radar de contrataciones. Pero quien seguramente no se siente tan sorprendido, aunque sí muy emocionado, es Pato Baeza, el hombre que tuvo el acierto de impulsarlo, el que para fortuna del futbol lo encontró cuando no iba a buscarlo.
Foto: ADN Deportivo