A pocas horas del tercer partido de México en Rusia 2018, cómo no pensar en el golazo de Manuel Negrete, que de acuerdo con una encuesta levantada por FIFA, es el más bello de la historia de los Mundiales. Farid Barquet Climent nos remonta hasta los inicios de todo un histórico de nuestro futbol.
Por: Farid Barquet Climent
El domingo 23 de septiembre de 1979 los Pumas de la UNAM jugaron, contra Unión de Curtidores, su primer partido como locales del torneo de Liga que concluiría el año siguiente. En la cancha del Olímpico Universitario estuvo presente el entonces Rector, Guillermo Soberón, para dar la patada inicial. Pero el que ese día ya no estuvo para dar patadas al balón defendiendo los colores de la máxima casa de estudios de México era el ausente más difícil de sustituir: Evanivaldo Castro Cabinho, jugador brasileño que había salido campeón goleador del futbol mexicano las últimas cuatro temporadas y que se había marchado al Atlante.
Ya sin Cabinho, Pumas estaba urgido de encontrar un nuevo socio que acompañara a Hugo Sánchez a la ofensiva. Fue entonces que el entrenador auriazul, el serbio (en aquel entonces yugoslavo) Velibor Bora Milutinovic, por consejo de su asistente Mario Velarde se convenció de que el reemplazante debía ser un joven de veinte años de edad, nacido en Ciudad Altamirano, Guerrero, y criado en la colonia Doctores de la capital del país, que apenas once días antes había formado parte del representativo que ganó para México la medalla de oro en la Universiada Mundial. Su nombre: Manuel Negrete Arias.
A pesar de que llevaba un año en la Reserva del conjunto universitario, la inclusión de Negrete en el Primer Equipo de cara a ese último torneo de la década de los setenta no estaba prevista. Tan no lo estaba que terminaron por asignarle la camiseta ‘22’, la última del plantel, que entonces se integraba sólo por once titulares más igual cantidad de suplentes. Por decisión propia, Manolo ya nunca se desharía de la ’22’ —excepto a su paso de una temporada por el futbol portugués con el Sporting de Lisboa, donde vistió la ‘10’— y por ese ese motivo el Ing. Marco Aurelio Torres H., voz histórica del sonido local del estadio de Ciudad Universitaria, pronunció durante años, siempre juntos, inseparables, un número y un nombre: “…con el número 22, Manuel Negrete”, decía partido tras partido el Profesor Emérito de la Facultad de Ingeniería al anunciar las alineaciones.
La cobertura periodística del primer partido de Negrete con los estelares de Pumas se vio eclipsada en la prensa del día siguiente por la noticia que acaparó todas las primeras planas: la muerte en un accidente automovilístico de Fernando Bustos, jugador que recién a principios de ese año se había retirado del futbol profesional con Cruz Azul, equipo para el que jugó casi toda su carrera y a cuyo ascenso al máximo circuito en 1964 contribuyó decisivamente junto a sus coequiperos, entre ellos, un tío de Manuel, hermano de su padre: Felipe Negrete.
No obstante la atención principal que con toda justicia le dieron a la tragedia de Bustos, los diarios deportivos del lunes 24 destinaron al triunfo universitario del día anterior crónicas que son los primeros testimonios escritos del promisorio futuro que se le vislumbraba al novel auriazul. El periódico La Afición se refirió a él como “el chamaco Negrete que tuvo un buen debut” con “algunos destellos de lo que mostró en la Universiada” mientras que Ignacio Matus, del diario Esto, veía “tierno” al guerrerense sobre el campo, pero eso sí, “con gran toque”, como también lo percibió José Manuel Flores M., de Ovaciones, quien resaltó en su crónica un “gran centro” que Manuel envió a José Luis Pareja López y que éste no pudo meter en la portería visitante.
Buen ojo tuvo el reportero de La Afición, pues aquel domingo vaticinó acertadamente que a Negrete “si continúan dándole confianza pronto será titular”. Y así fue. De inmediato se hizo de un puesto en el equipo de la unam, con el que ganó la Copa de Campeones de Concacaf y la Copa Interamericana en 1980 y salió campeón de Liga en 1981.
Titular indiscutible en Pumas, a Negrete le faltaba por hacerse de un lugar en la selección nacional. Participó en la eliminatoria fallida en Honduras en 1981, que privó a México de acudir al Mundial de España 82. Pero supo lamerse las heridas y para la siguiente edición del máximo evento del futbol internacional, disputada en suelo mexicano, Negrete provocó que los mismos periodistas que emitieron opiniones favorables cuando lo vieron debutar con Pumas, siete años después no pudieran más que desvivirse en elogiar su actuación del 15 de junio de 1986, día en que Negrete anotó el gol de mayor plasticidad, emotividad y trascendencia en la historia de la selección mexicana: el de media tijera contra Bulgaria en el Azteca.
Matus calificó aquel tanto como “estupendo, soberbio”, como “¡un gol hermoso en su concepción y bello, extraordinariamente bello en su ejecución a cargo de Manuel Negrete!”, gracias a “esa zurda de prodigio que tiene”. Flores M. consideró aquella anotación como una “obra de arte futbolística”, en sintonía con Rafael Huidobro, de La Afición, que se limitó a exclamar: “¡Qué obra de arte, señor Negrete”, estupefacto ante ese portento de gol por el que siempre será recordado su autor, finísimo mediocampista que parecía jugar sobre las puntas de sus pies, y que abrió el camino para que México lograra llegar al quinto partido de aquel Mundial, esa instancia que tenemos la esperanza de que sea alcanzada por la selección mexicana que tan buen paso lleva en Rusia 2018.
Foto: AS México