Sin haber demostrado, en lo que va de Rusia 2018, que tiene el poder goleador de anteriores mundiales, Brasil enfrenta mañana a Bélgica por el pase a semifinales.
Por: Farid Barquet Climent
El pasado 2 de junio, día de mi cumpleaños, Olivia Betancourt me obsequió un libro que ha sido la mejor compañía durante este Mundial. Lleva por título Cómo leer el futbol y su autor es nada menos Ruud Gullit. En sus páginas, el que fuera dueño de las rastas más famosas del planeta —quizá sólo detrás de las de Bob Marley y seguro por delante de las de Yannick Noah— vierte un sinfín de opiniones y juicios acerca de diferentes selecciones nacionales del pasado.
Con toda asertividad Gullit afirma: “Puedes tener un buen portero y nueve grandes jugadores en tu selección, pero sin un gran delantero jamás ganarás una competición importante”.
Para demostrarlo, el propio Gullit ofrece ejemplos de representativos nacionales que, a pesar de tener un buen portero y nueve grandes jugadores, jamás ganaron una competición importante por carecer de un gran delantero. El primero que le vino a la mente fue el equipo brasileño que acudió al Mundial celebrado en España en 1982. Según el Tulipán Negro, “junto con la holandesa del 74, la de Brasil del 82 fue la que mejor jugó un mundial sin llegar a ganarlo”. Y no lo ganó hace 36 años porque, sostiene Gullit, le faltó un delantero como el que los mandó a casa: Paolo Rossi.
De acuerdo con el velocísimo extremo del Milan de Arrigo Sachi: “los brasileños son jugadores técnicos per se; sin embargo, nunca han ganado un Mundial sin un delantero de excepción. En 1982, el desconocido Serginho falló en el empeño. No obstante, siempre ganan los torneos cuando cuentan con un delantero fuera de serie: es quien aprieta el gatillo por los grandes jugadores que forman el equipo. Pelé fue uno de ellos, y Brasil se alzó como campeón del mundo en tres ocasiones: 1958, 1962 y 1970. Con Romário ganaron el Mundial de Estados Unidos de 1994, mientras que Ronaldo los hizo campeones en el de Corea del Sur y Japón de 2002. En el Mundial de 2014 brasileño, a la formación canarinha volvió a faltarle un delantero de primera categoría. Y de nuevo volvieron a fracasar”.
El recuento que hace Gullit y las conclusiones que extrae, me llevan a formular serios cuestionamientos: ¿la actual selección de Brasil, que mañana se enfrenta a Bélgica por los cuartos de final, cuenta acaso con un centro delantero de la talla de Pelé, Romario o Ronaldo Fenómeno? ¿Tiene Brasil un delantero de primera categoría, un fuera de serie, por usar las expresiones del crack holandés?
Mi respuesta es: no. Su figura, Neymar —NeyVAR, como ya le llama Benjamín de Buen de tanto que simula faltas y se inventa agresiones, que según el diario francés RTS Sports han consumido catorce minutos de juego— es, como dice Gullit, “más un extremo que un delantero”. Philippe Coutinho, que junto con Neymar es el que más goles ha marcado para Brasil en este Mundial —dos cada uno— es mediocampista, sólo marca si llega desde atrás. Roberto Firmino no es titular. En consecuencia, los que estarían llamados a hacer las veces de grandes goleadores en términos de Gullit, son Paulinho y Gabriel Jesús. Ninguno de los dos huele a peligro, como diría La Arrolladora Banda El Limón. El primero apenas pudo hacerse presente en el marcador contra Serbia bombeando un balón ante una salida precipitada del portero balcánico, mientras que el segundo permanece ayuno de gol en el certamen después de cuatro partidos.
Bien lo dice Gullit en su libro: “Sin un buen rematador, que le preste poca atención a la cultura futbolística brasileña y viva solo para marcar goles, la cosa se complica”. La fase de grupos y el partido de octavos de final contra México no mostraron a ese jugador que, desentendido del preciosismo brasileño, concentrado exclusivamente en los últimos metros del campo, aceche permanentemente el arco rival. Si semejante hombre-gol no aparece, la cosa se complica para Brasil.
Y más se complica porque su adversario de turno, Bélgica, cuenta no con uno sino con tres jugadores de esas características: Romelu Lukaku, Michy Batshuayi y Dries Mertens. Cualquiera de ellos puede convertirse mañana en el Paolo Rossi que saque a Brasil del Mundial.
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