Las selecciones que continúan con vida en Rusia 2018 se aprestan a encarar el quinto de los siete partidos que deben disputar si quieren ser campeones. Los cuartos de final que inician mañana, son una etapa en la que los jugadores empiezan a sentir los estragos físicos causados por la competencia. Para entender la complejidad de la preparación física, Farid Barquet Climent nos recomienda un libro escrito por toda una autoridad en la materia: Fernando Signorini.
Por: Farid Barquet Climent
Al cumplirse en 2016 el trigésimo aniversario de la conquista argentina del Mundial de México 86, Diego Armando Maradona evocó en un libro aquellos días, los de su mayor gloria futbolística. En las páginas de México 86. Mi Mundial. Mi verdad. Así ganamos la Copa, el ‘10’ escribió: “Recuerdo que me preparé para volar. Y volé.”.
Fernando Signorini, la persona que estuvo junto al crack argentino ayudándolo a prepararse para volar como voló en los siete partidos que disputó en aquella justa; el hombre que, a decir del crack de Fiorito, “conocía mi cuerpo como nadie”, escribió también un libro, publicado por la editorial Corregidor, acerca del oficio que ejerce desde hace más de cuatro décadas: la preparación física de futbolistas.
El libro de Signorini no es un tratado sobre la materia, porque ni busca abordar todas las aristas de la preparación física ni tiene pretensiones de cientificidad; tampoco es un instructivo con recetas aplicables a cualquier equipo de futbol en todo tiempo y lugar; menos un racimo de anécdotas que, engalanadas por la cercanía del autor con grandes figuras del futbol mundial (Maradona, Messi, Menotti), hagan descansar en ésta el valor de sus conclusiones. Fútbol, llamado a la rebelión: la deshumanización del deporte, es un inteligente llamado a rescatar el sentido común para no perpetuar ciertas formas de entrenamiento físico que, a fuerza de repetición irreflexiva, se han instalado en los equipos de futbol como incuestionables pero que, en vista de sus resultados, dejan serias dudas.
A diferencia de muchos de sus colegas, que se asumen superiores a esos viejos entrenadores “tal vez pobres en su bagaje dialéctico pero riquísimos en el dominio de los esquivos secretos”, Signorini nos invita a escuchar a estos últimos, a volver con ellos a los rudimentos básicos del juego para, desde ahí, desenmascarar a quienes falazmente han propalado una dañina sobrevaloración de la importancia de los preparadores físicos, al tiempo que denuncia que el futbol haya importado acríticamente de otros deportes planes de trabajo corporal que le son del todo ajenos.
El Premio Nobel de Literatura mexicano Octavio Paz escribió que la palabra rebelión “desde el principio fue romántica, guerrera”. Por eso me parece acertado que Signorini haya intitulado su libro como un llamado a la rebelión, pues en sus páginas, a contracorriente de la “uniformidad de los modelos de entrenamiento” y sin desconocer que, como dice Ezequiel Fernández Moores, “el deporte de suma cero, el de la alta competencia, tiene mucho más de trabajo que de placer”, el gran preparador físico argentino arremete con argumentos sugerentes contra las generalizadas y extenuantes pretemporadas en mar y montaña —de las que se quejaba mucho el tenista estadounidense Andre Agassi— y de las que no hay evidencia de que se traduzcan en la disminución del promedio de lesionados al año, como ha documentado Marcelo Gantman; desnuda también el absurdo de que tales encerronas dejen a los jugadores “endurecidos” para los primeros partidos de la competencia; aboga asimismo por colocar en el centro del entrenamiento el mejoramiento técnico, pues como dice un fenómeno como Michael Jordan: “usted puede practicar el tiro ocho horas diarias, pero si la técnica es errónea, sólo se convertirá en un individuo que es bueno para tirar mal”.
En esta imperdible obra, Signorini exige que la preparación física de los futbolistas se compadezca de lo que son, futbolistas, y en consecuencia reclama que pasen más tiempo en contacto con el balón; insiste en la importancia del reposo, desdeñada por quienes confeccionan los incesantes calendarios de juegos, quienes no respetan ni “siquiera elementales leyes biológicas que tienen que ver con la defensa de algo tan importante como es la salud de los deportistas”; alerta sobre los riesgos de fatiga por sobreentrenamiento y clama por dar una justa dimensión a los tests de evaluación, a los que reconoce innegable utilidad “para establecer un correcto diagnóstico sobre las posibilidades de entrenabilidad de un sujeto, o para detectar patologías que pueden resultar dañinas y hasta invalidantes para la práctica deportiva”, pero objeta que se les haya enseñoreado en los clubes como aportantes del veredicto último sobre la idoneidad de una contratación, por encima de valoraciones acerca de las destrezas del evaluado con la pelota.
Según Paz, en el arquetipo del rebelde caben: “el héroe maldito, el poeta solitario, los enamorados que pisotean las leyes sociales…”. Por todo lo que escribe en Fútbol, llamado a la rebelión, podemos saber por qué al rebelde Signorini no le importaría quedarse solitario en un medio plagado de repetidores inerciales, muchos de los cuales, muy probablemente, lo tildarán de maldito por pregonar una concepción “contracultural” —como la ha denominado Ángel Cappa— de la preparación física, concepción que, enamorada del futbol, desafía con razones las leyes que en ese rubro predominan de un tiempo a esta parte y que, en varias ocasiones, han terminado por pisotear al juego.
Foto: clarin.com