Pablo Larios: de la selva al Mundial

Por: Farid Barquet Climent.

El estadio del Club Zacatepec lleva el nombre del primer futbolista morelense en vestir la camiseta de la selección nacional: Agustín Coruco Díaz, fallecido en diciembre de 1961 a la edad de 26 años a causa de una leucemia. Un cuarto de siglo después, en 1986, otro jugador morelense, de 26 años de edad y nacido precisamente en Zacatepec, escribió páginas memorables con la selección nacional: Pablo Larios Iwasaki, fallecido el pasado 31 de enero de 2019, único jugador mexicano que ha sido convocado a jugar una Copa Mundial a pesar de encontrarse militando en un equipo de Segunda División, circuito en el que ya para entonces competía —y sigue compitiendo— el Zacatepec desde su descenso el 27 de mayo de 1985.

Larios fue el portero nacional en los cinco encuentros —sí, cinco— que la selección mexicana disputó en el Mundial de México 1986. Es el arquero mexicano menos goleado en mundiales: recibió apenas dos en tiempo reglamentario, uno del belga Erwin Vandenbergh, seis veces campeón goleador de la Liga de Bélgica y en 1980 ganador de la Bota de Oro al máximo anotador del año en Europa, y otro del paraguayo Julio César Romero Romerito, compañero de Pelé en el Cosmos de Nueva York, jugador del FC Barcelona a pedido del entrenador Johan Cruyff en 1989 y compañero de Larios a principios de los noventa en el Puebla FC.

Tras su destacada actuación en el Mundial, Larios pasó al Cruz Azul, club con el que debutó en Primera División en la segunda mitad de 1986. En su primera temporada como celeste llegó hasta la serie por el título contra el Guadalajara, en cuyo partido de ida en el estadio Azteca Larios tuvo dos lances extraordinarios en una misma jugada, una suerte de doble atajada, primero al rechazar sobre la línea de gol una potente bolea que le disparó Fernando Quirarte desde el borde del área chica, e inmediatamente después, tras un rebote en el travesaño, al manotear el remate de cabeza de Eduardo Yayo de la Torre a escaso metro y medio de distancia, cuando Larios parecía estar vencido, yacido como estaba de espaldas sobre el pasto del Azteca, del que pareció haber sido propulsado para levantarse y desviar nuevamente el balón sobre el larguero, tal como se puede observar a partir del minuto 1:16 del video que se muestra a continuación:

 

Con Cruz Azul Larios no pudo salir campeón en los tres torneos en que defendió la meta de La Máquina. Tuvo que esperar su llegada al Puebla FC para saber qué se siente levantar el máximo trofeo del futbol nacional. Fue en la temporada 1989-1990, su primera como cancerbero de La Franja, en la que dirigido por Manuel Lapuente y junto a una estupenda base de futbolistas mexicanos — Roberto Ruiz Esparza, Javier Chícharo Hernández, José Manuel Chepo de la Torre, Marcelino Bernal, Arturo Cañas— reforzada por una pléyade de excelentes jugadores chilenos —Jorge Mortero Aravena, Edgardo Fuentes y Carlos Poblete— más el paraguayo Romerito en la primera vuelta y el brasileño Edivaldo Martins en la segunda, Larios por fin salió campeón de la Primera División.

En la temporada siguiente, 1990-1991, Larios estuvo cerca de disputar nuevamente una final, pero lo impidió un zurdazo del puma Luis García, que tras una estupenda finta de Juan Carlos Vera incrustó la pelota en el único resquicio que Larios no pudo tapar, dejando el marcador global 3-0 que dio al equipo de la unam el pase a la serie por el campeonato, que finalmente ganó el conjunto universitario al vencer al América una semana después.

A mediados de los años noventa Larios integró el plantel de un equipo de época: el colorido y gitano Toros Neza, que practicaba un futbol en el más puro estilo de Larios, arriesgado y vistoso, liderado por Antonio Turco Mohamed con la compañía, entre otros, de Guillermo Memo Vázquez, Federico Lussenhoff, Miguel Piojo Herrera, Javier Saavedra, Rodrigo Pony Ruiz y Carlos Germán Arangio, oncena divertida que solía saltar a la cancha con máscaras de luchador o cubriendo sus cabezas con sombreros estrafalarios o con el cabello pintarrajeado. Como custodio de la portería de aquellos bureles nezatlenses Larios disputó la final del torneo Verano 1997, que su equipo perdió antes las Chivas del Guadalajara dirigidas por Ricardo Tuca Ferreti.

Referente e “ídolo” de Jorge Campos —escrito así por el propio Brody a raíz de la muerte del morelense, de acuerdo con lo publicado por el cronista Christian Martinoli en redes sociales— Larios comparte con el acapulqueño que ambos quedaron retratados para la posteridad como héroes literalmente caídos: Larios en Monterrey el 21 de junio de 1986 y Campos en Nueva Jersey el 5 de julio de 1994. Las imágenes de la definitividad de las dos derrotas más dolorosas de México en Mundiales son las de Larios y Campos yaciendo sobre el césped, después de sus estiradas infructuosas que no alcanzaron a detener sendos disparos, del alemán Pierre Littbarski y del búlgaro Iordan Letchkov, respectivamente, que desde los once pasos sentenciaron irremediablemente esas amargas eliminaciones mundialistas por las que se acuñó la “maldición de los penaltis”.

Dueño de una delgadez extrema, de una agilidad de contorsionista y de una capacidad aeróbica sorprendente, Larios fue, antes que Campos, el arquetipo del portero salidor, atrevido por abandonar su arco y lucidor al atajar bajo los tres palos. Con su partida, se ha ido un precursor.

 

Foto: Milenio.

 

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