Por: Farid Barquet Climent.
Nadie asalta la tribuna. No hay banderas,
sólo una farsa para la televisión y la fotografía.
Estos versos los escribió el poeta Jaime Labastida[1] en 1974 en ocasión del funeral del muralista David Alfaro Siqueiros, pero leídos hoy resultan ser la más certera y fiel descripción de lo acontecido en el estadio del club alemán Borussia Mönchengladbach el sábado 23 de mayo de 2020, durante el primer partido disputado ahí en el marco de la reanudación de la actividad de la Bundesliga tras la suspensión por la pandemia.
Nadie asalta la tribuna. No hay banderas,
sólo una farsa para la televisión y la fotografía.
Nadie asalta la tribuna del Borussia-Park porque el protocolo sanitario mantiene vedado el ingreso al público, en consecuencia tampoco hay banderas porque no hay brazos que las ondeen. Lo que sí hay es una farsa para la televisión y la fotografía. Y no es que tilde de farsa al partido que ahí se disputó ni mucho menos de farsantes a los jugadores. La farsa ocurrió en la tribuna.
De acuerdo con información de la agencia EFE difundida por el diario Milenio, durante el duelo de la jornada 27 que perdió 1-3 ante Bayer Leverkusen “el Borussia Mönchengladbach colocó en las tribunas de su estadio 12 mil figuras de cartón que simularon la asistencia de algunos aficionados”.[2] Parecidas a los bastidores con forma de siluetas humanas que utilizan los cobradores de tiros libres para entrenar, cada una de las figuras que aparecieron en el graderío llevó estampada la fotografía, en tamaño superior al real, del busto de cada aficionado que para poner su efigie pagó 19 euros, aproximadamente 475 pesos mexicanos.
Los fotografiados ni siquiera aparecen en rictus de apoyo, aplaudiendo o en pleno grito de aliento como lo harían cuando su equipo salta a la cancha, sino que se les ve posando con la clara intención de que sus rasgos faciales puedan ser recogidos nítidamente por las cámaras de televisión. El ansia de figurar que tanto han potenciado las redes sociales (re)incursiona en la pantalla chica, su hábitat natural, encarnada ahora en valla publicitaria de sí misma. Mientras los anuncios del perímetro de la cancha anuncian logotipos de marcas comerciales, los asientos desde donde se miran los partidos de Die Fohlen (los potros) sirven ahora para darle vuelo (y de paso sacarle una buena cantidad de dinero) a individuos ávidos de notoriedad camuflados en una sensiblera —aunque más bien resueltamente tétrica— manifestación de seguimiento incondicional a su equipo.[3]
La semana del partido el escritor Juan Villoro declaró que “sin público, un estadio de futbol es un mausoleo”.[4] Como el autor de Dios es redondo habla perfecto alemán —estudió en el colegio de la colonia germana en la Ciudad de México y fue agregado cultural en Berlín Oriental de 1981 a 1984— quizá haya traducido su aserto a la lengua de Goethe, y entonces probablemente alguien se enteró en las oficinas del Mönchengladbach y quiso ayudarle a confirmarlo mediante una exposición multitudinaria de rostros que sólo sirvió para patentizar aún más la oquedad del recinto. Arrejuntados en el lugar de los entusiasmos colectivos, nunca como ayer los retratos de unas caras se asemejaron tanto a una naturaleza muerta.
Nadie asalta la tribuna. No hay banderas,
sólo una farsa para la televisión y la fotografía.
[1] Jaime Labastida, “Conversaciones con Siqueiros”, en Plenitud del tiempo. Obsesiones con un tema obligado y De las cuatro estaciones, México, Siglo XXI Editores-Secretaría de Educación Pública, 1986, p. 89.
[2] Milenio, “Borussia Mönchengladbach coloca figuras de cartón en las tribunas de su estadio”, 23 de mayo de 2020.
[3] Fundado en 1900, el Borussia Verein-für Leibesübungen Mönchengladbach tardó trece lustros en ascender a la Primera División. Los años setenta fueron su única época gloriosa. Conquistó 5 de las 10 Ligas de esa década y también la Copa uefa en dos ocasiones, en 1975 bajo la conducción del entrenador Hennes Weisweiler y en 1979 con Udo Lattek como director técnico. Con seleccionados nacionales entre sus filas como Berti Vogts, que dirigió a Alemania en el Mundial de 1994, Herbert Wimmer y Jupp Heynckes, llegó a la final de la Copa de Campeones de Europa (hoy Champions League) en 1977, pero cayó ante el Liverpool. Tras dos décadas en que solamente figuró en la Copa alemana, descendió en 1999 y regresó al máximo circuito en 2001.
[4] El Economista, “‘Sin público, un estadio de futbol es un mausoleo’, dice Juan Villoro”, 17 de mayo de 2020.
Foto: T13