Por: Farid Barquet Climent.
La noche de ayer, 14 de junio de 2020, el Dr. Hugo López-Gatell, subsecretario de Salud y vocero gubernamental, informó que en las últimas 24 horas la pandemia de coronavirus acabó con la vida de 269 personas en México. Pero lo que no dijo porque no tenía por qué decirlo, es que una de esas personas fue una auténtica leyenda de los Pumas de la UNAM, dos veces mundialista por México, que se mantuvo vinculado de por vida al futbol como directivo: Aarón Padilla.
Apodado “Ganso” por su prominente nariz, en 1962 estudiaba Contabilidad en la UNAM. En enero el equipo de futbol de la Universidad había conseguido su ascenso a Primera División, y para septiembre debutaba al alumno Padilla, de 20 años, que se estrenó contra Toluca anotando el gol de la victoria.
Si una característica tienen los gansos es ser aves migratorias, pero Padilla parece ser una excepción. Pasó 10 temporadas en Pumas, salió 2 a jugar con Atlante y Veracruz y volvió a Pumas para retirarse en 1975.
Con la camiseta entonces a rayas verticales azul y oro el “Ganso” trabó una complicidad que felizmente devino en pequeña sociedad con otro narigón: el “Cyrano del Área” Enrique Borja. Desborde de Padilla por la izquierda más remate certero de Borja fue la ecuación que permitió contabilizar muchos goles universitarios, lo que motivó la convocatoria de ambos para integrar las selecciones nacionales que participaron en las Copas del Mundo Inglaterra 66 y México 70.
En esta última justa, Padilla no alineó en el partido inaugural contra el representativo de la Unión Soviética, lo que juicio de la prensa de entonces fue la explicación de la falta de profundidad del ataque mexicano y del consecuente ayuno de gol: el encuentro contra los rojos de pecho estampado con las siglas CCCP terminó 0-0. Para el segundo encuentro Padilla saltó a la cancha desde el inicio y de inmediato se hizo notar: en su parcela nació la jugada que desembocó en el primero de los 4 goles que México le anotó a El Salvador.
Por el apocamiento y la cortedad de miras de los directivos mexicanos, que nunca confiaron en que la selección nacional podría calificar —como lo hizo— en el primer lugar de su grupo, el partido de cuartos de final contra Italia se disputó en Toluca y no en el estadio Azteca. Si bien Toluca también es México, su pequeño estadio no pesa en términos de localía como podrían haberlo hecho los más de 110 000 asientos que entonces tenía el Coloso de Santa Úrsula. Sobre la cancha del hoy Nemesio Diez, José Luis “La Calaca” González batió a Enrico Albertosi para poner adelante a México apenas rebasado el minuto 12, pero 12 después un mal desvío incrustó en la portería mexicana el empate italiano. La jugada había sido precedida de una ayuda con la mano del atacante Luigi Riva, que no fue sancionada por el árbitro. Padilla junto con Javier Valdivia fueron los únicos en reclamar. El ‘11’ lo hizo vehementemente, con toda razón. Pero siempre he pensado que su airada inconformidad en mucho obedeció a que el veloz extremo intuía lo que ese tanto suponía para un equipo en el que el derrotismo de sus directivos había trasminado a los jugadores: el inicio del fin. Gianni Rivera que había ingresado de cambio y Riva 2 veces más, firmarían en los focos amarillos del entonces innovador marcador electrónico la debacle de aquel 14 de junio de 1970, día en que México tuvo que decir adiós a su Mundial, vencido por un potente equipo, dirigido por Ferruccio Valcareggi, que en su siguiente partido habría de imponerse, en el llamado “Partido del Siglo”, a la Alemania de Beckenbauer y Müller, y que sólo sería superada, en el Azteca, por el Brasil de Pelé en la final.
Exactamente 50 años después de aquella despedida mundialista, el 14 de junio de 2020, Aarón Padilla dijo adiós.