31 camisetas

Por: Farid Barquet Climent.

En una época en que miles de futbolistas de todo el mundo cambian de equipo casi cada temporada, los que visten una sola camiseta a lo largo de toda su carrera son unos bichos raros. Jugadores como Francesco Totti para la AS Roma, Carles Puyol para el FC Barcelona, Paul Scholes para el Manchester United o Paolo Maldini para el AC Milán han devenido en personajes de culto en tanto epítomes de la lealtad a unos mismos colores, en tiempos en que la mayoría de sus colegas vive con las maletas siempre listas.

En las antípodas de los llamados one club men está el jugador nómada por excelencia, el dueño del récord de traspasos, el futbolista que ha militado en más equipos profesionales en la historia de este juego: el uruguayo Washington Sebastián Abreu Gallo, el “Loco” Abreu, cuyo dilatado deambular por los estadios llegó a su fin el 11 de junio de 2021.

Lo del “Loco” fueron las mudanzas incesantes a lo largo de 26 años de carrera. Precisamente incursionó en el futbol profesional gracias a una mudanza, pero de disciplina deportiva: para dedicarse de lleno a jugar con la de gajos abandonó la práctica del basquetbol y del voleibol. El escritor y periodista Sebastián Chittadini refiere desde Montevideo en exclusiva para FutboLeo.net que el sempiterno camiseta ‘13’, con el que compartió duela, “estuvo en selecciones uruguayas de categorías formativas o de preselección de básquet, y en el vóley, en su Departamento, Lavalleja, estuvo también seleccionado, no a nivel uruguayo pero sí departamental”. Del pívot que fue parece habérsele quedado a Abreu la destreza para rebotear y saltar con oportunidad: 404 goles en 787 partidos acreditan que lo aprendido debajo de un aro supo capitalizarlo después cuando se vio frente a una portería. Por eso no parece casualidad que el club Defensor Sporting, el que inaugura la prolongada lista de instituciones que figuran en su extenso currículum futbolístico, es el resultado de la fusión, en 1989, de dos entidades, Club Atlético Defensor y Sporting Club Uruguay, que destacaron antes por sus éxitos en el arte de encestar que por sus proezas balompédicas, que no son menores, pues cuenta con veintiún títulos oficiales, incluidas cuatro Ligas, que lo convierten en el tercer club más ganador del país detrás de Peñarol y Nacional. 

Abreu tiene muchas conexiones con México. De las treinta y una camisetas que vistió, una quinta parte fueron de clubes de aquí. Luego de repartir tres años (1996-1999) entre Buenos Aires, La Coruña y Porto Alegre, Abreu recaló en la Perla Tapatía: se incorporó a los Tecos de la Universidad Autónoma de Guadalajara (UAG) cuando languidecía el milenio. Ataviado con la indumentaria cuadriculada que el equipo zapopano le copió a la selección de Croacia, Abreu puso de moda los zapatos blancos, las calcetas por encima de las rodillas, su corte a rape —que al paso de los años contrastaría con la larga cabellera que lo acompañó en sus postales icónicas— y el cuello tipo polo levantado a lo Cantona, ingredientes que le dieron un look que sería imitado por un joven compañero suyo, que después haría historia en las Chivas: Adolfo «Bofo» Bautista, el verdugo de Boca Juniors en la Copa Libertadores de 2005. Abreu tenía casi cuatro años de profesional cuando “Bofo” debutó; el hidalguense se retiró 18 años después, mientras que Abreu todavía jugó por más de un lustro.

El nativo de Minas pasó después por dos de los llamados ‘grandes’ de México, Cruz Azul y América, y también por los dos archirrivales de Monterrey: Tigres y Rayados. Más tarde arribó a Dorados de Sinaloa, donde compartió vestidor con Pep Guardiola, y también jugó para el desaparecido San Luis fc, entidad recordada como un eslabón más en la cadena de sucesivas franquicias (Atlético Potosino, Real San Luis, Atlético San Luis) que se han asentado sin lograr arraigar entre los aficionados del Estado de San Luis Potosí.

Pero la conexión mexicana más fuerte del “Loco” Abreu tiene nombre propio: Diego Abreu, su hijo, quien juega en fuerzas inferiores de Defensor Sporting y ya está en la mira de Gerardo Martino, pues el “Tata” lo ha convocado a concentraciones de la selección mayor mexicana para participar en partidos interescuadras.

A pesar de haber peregrinado por 11 países de 3 continentes, el “Loco” Abreu mantuvo —y mantiene— un amor eterno: Nacional de Montevideo. Si una actitud no vale para caracterizar el vínculo de Abreu con el Decano, es el desapego: tuvo cinco estancias en el cuadro tricolor, en las que marcó 48 goles.             Convirtió la forma de tirar los penaltis a lo Panenka en su sello personal. Muchos lo tildaron de irresponsable por no buscar asegurar sus cobros, mientras que otros encomiaron su disposición a la osadía. Pero el día en el que concitó el aplauso unánime, por el feliz desenlace, fue cuando hizo un panenka en una Copa del Mundo. Millones de personas conocíamos la costumbre que Abreu tenía de invocar al célebre checo cuando le tocaba patear desde el lunar calcáreo. Esa propensión al vértigo en mucho justifica su apodo. Y por eso los millones que vimos aquel partido por televisión intuíamos que, a pesar de que esa noche del 2 de julio de 2010 pendía de su pie izquierdo el pase de Uruguay a las semifinales, el “Loco” se sentiría tentado de retar al destino apostando por apenas picar el balón para que éste describiera una parábola tan lenta como riesgosa en su viaje a la red. El que no lo sabía fue el portero ghanés, Richard Kingson, que en su sorpresa encontró la penitencia: tener que decir adiós al Mundial de Sudáfrica en cuartos de final.

Subrayar que Abreu ostenta la marca de haber jugado en más equipos no equivale a hacer el elogio de la acumulación per se. Atesorar la mayor cantidad de camisetas diferentes puede ser el culmen para el coleccionista, no así para el futbolista. Si al hablar de Abreu se enfatiza ese dato es para dar cuenta de su universalidad, como universal es el futbol. De Quito a Salónica, de Jerusalén a Río de Janeiro, de San Sebastián a Santa Tecla, de Asunción a Puerto Montt, los narradores gritaron cientos de goles que fueron seguidos de un apellido: Abreu.

Abreu terminó por ser al futbol lo que la Reina Isabel II de Inglaterra al mundo: esa presencia que siempre va a estar ahí. Y Abreu quizá lo siga estando, no obstante su retiro del profesionalismo. Porque dudo que a sus 44 años deje de jugar. Lo que va a cambiar es que de ahora en adelante no estará esperándolo un cheque al final de cada mes. Pero no por eso Washington Sebastián Abreu dejará de ser futbolista, porque el verdadero futbolista nunca deja de serlo.

Foto: as.com

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