Por: Farid Barquet Climent.
A Alfredo Ruiz
A Gustavo Dejtiar, Néstor López, Juan José Panno, Ariel Scher, Juan Carlos Tejedor y Walter Vargas
El segundo y el tercer sábados de este año que recién inicia murieron dos periodistas que mucho hicieron por el futbol, por el periodismo y por el periodismo de futbol. Estoy seguro de que, si ellos no hubieran hecho con sus vidas lo que hicieron, el mundo del futbol, el del periodismo y el del periodismo de futbol serían peores. El sábado 8 falleció el escocés Andrew Jennings y el 15 el argentino Fernando Ferreira.
Es verdad que la proximidad cronológica de sus decesos es la que me lleva a ponerlos en valor en una misma entrega, pero hay algo más que justifica reconocer en simultáneo sus trayectorias. Es la virtud que juzgo como la más cara del periodismo más íntegro y que ambos compartieron: la valentía.

Lejos de instalarse en una Babel desde la cual ponerse a pontificar acerca de lo que debe ser y no ser el quehacer periodístico, lo de Jennings y Ferreira, salvadas las diferencias culturales, de estilo, enfoque y herramientas, fue nunca pregonar desde el discurso y en cambio poner a prueba su convicción de independencia, su compromiso con la verdad y su vocación crítica, pasándolas por el duro tamiz de la realidad en entornos minados de peligros acechantes.
Los reportajes de Jennings son a la FIFA lo que el escándalo Watergate a la presidencia de los Estados Unidos: la mayor revelación de su hipocresía. Los hallazgos del británico cimbraron al mundo institucional del futbol como nadie lo ha hecho jamás: expusieron la gangrena de corrupción que ha corroído a la trasnacional que vertebra y al mismo tiempo monopoliza a la industria mundial del futbol. Su trabajo —“lento y metódico”, como se define a sí mismo en su libro FIFA: la caída del imperio— fue el detonante de la trama judicial internacional conocida como FIFAgate, la que sacó a Joseph Blatter de la FIFA como Watergate sacó a Richard Nixon de la Casa Blanca: por la puerta de atrás.

William Greider —de los primeros en hacer periodismo desde la economía— dijo que “Watergate fue un crimen de grupo”. Jennings desnudó que el FIFAgate también lo fue. Pero hay una diferencia entre el Watergate y el FIFAgate que cabe subrayar a favor de Jennings. Si bien fue un periódico, The Washington Post, el que en su edición del 10 de octubre de 1972 —en una nota firmada por Carl Bernstein y Bob Woodward— dio a conocer las investigaciones del FBI que revelaron la existencia de una red de espionaje orientada a sabotear la campaña del Partido Demócrata, la gran mayoría de la prensa estadounidense “sólo fue espectadora de la ‘mayor historia política de nuestros tiempos’”, tal como lo sostuvo desde aquellos días el crítico de medios de comunicación armenio-norteamericano Ben Bagdikian. En cambio, en el FIFAgate el periodista Jennings no se limitó a ser —o al menos no desde el principio— receptáculo y vocero de filtraciones. Jennings fue tras la información cuando nadie escudriñaba en las entrañas de la FIFA ni barruntaba seriamente lo que él terminó por evidenciar y documentar: la extensión y la profundidad de su putrefacción. Mientras en el Watergate fue el FBI el que filtró sus investigaciones a periodistas —hoy sabemos que fue su director asociado, William Mark Felt, “Garganta Profunda”—, en el FIFAgate ocurrió a la inversa: fue un periodista, Jennings, el que entregó sus investigaciones al FBI.
Ferreira no fue un sabueso como Jennings, cazador de corruptelas para una vez descubiertas ponerlas en el ventilador. Periodista formado en el trajín de las redacciones de periódicos y agencias, Ferreira fue alguien que, sin incurrir en el revisionismo fácil que condena a la hoguera y/o reparte excomuniones, supo historiografiar la censura y la autocensura en la prensa de su país. Por la autoridad moral y el respeto profesional que se ganó en el gremio, invitó a un puñado de sus colegas a que abrieran sus recuerdos acerca de la manera como vivieron su labor periodística durante la última dictadura (1976-1983). Convidados por Ferreira a sentarse en el desván para sincerarse, para hablar de lo que no habían podido o no habían querido hablar, construyeron entre todos “un testimonio colectivo” al que Ferreira dio forma de libro, bajo el título Hechos pelota, publicado por ediciones Alarco, que nos ayuda a entender la complejidad de un tiempo doloroso, el del terrorismo de estado, que incidió sí, pero no determinó por completo, el ejercicio del periodismo deportivo en Argentina en esos años de horror.

Por vías diferentes pero convergentes, Jennings y Ferreira metieron su respectivo trascabo para que la libertad de prensa ganara terreno. Por Jennings conocemos los hechos que marcaron una época de corrupción en el futbol y por Ferreira podemos reflexionar sobre una época atravesada por el terror de la que no podían sustraerse quienes le daban cobertura informativa a un hecho cultural con la trascendencia social del futbol. Ambos, Jennings y Ferreira, cada uno a su modo y en sus circunstancias, le metieron goles a la impunidad.
fbc.