López Zarza: infancia es destino

Por: Farid Barquet Climent.

A la memoria de la señora Anselma Zarza Sánchez

Más de tres décadas de práctica profesional acendraron en el psicoanalista mexicano Santiago Ramírez una conclusión: “el troquel temprano, la infancia, imprime su sello a los modelos de comportamiento tardío”. De ahí que a su libro más conocido, que lleva más de veinte reimpresiones bajo el sello de Siglo XXI Editores, le haya puesto por título Infancia es destino.

La historia del exfutbolista Enrique López Zarza es una evidencia de que muchas biografías dan la razón a Ramírez. De ver una fotografía que lo retrata a la edad de dos años junto a su padre, López Zarza exclama: “en esa foto queda plasmado lo que fue mi destino”. Lo dice porque en 1959 el padre de López Zarza, Enrique López Huerta, conocido como Enrique Huerta en el medio futbolístico, era portero del América, posición que ocupó en los diez años que van de 1952 a 1962. Y por eso en aquella instantánea se les ve a los dos Enriques, padre e hijo, retratados sobre la cancha del estadio de la UNAM, uno a punto de ponerse a defender el arco de los otrora cremas y el otro en su primera aproximación al que sería su destino. “En esa ocasión me tocó salir de mascota con el uniforme del América”, dice López Zarza, quien habría de jugar encuentros memorables, en ese mismo pasto, no con el uniforme azulcrema que en talla para bebé portaba aquel mediodía, sino con el de los Pumas.

Enrique López Huerta y su vástago Enrique López Zarza en la cancha del Estadio Olímpico Universitario

Luego de probarse sin éxito a los 16 años en el Atlético Español de Manuel Manzo, Juan José “La Cobra” Muñante, Benito Pardo, José Luis Trejo y Jesús “Pimienta” Rico, Enrique recibió invitación de la reserva profesional del América, a cargo del español nacido en Cuba Edelmiro “Picao” Arnauda, quien a su vez lo recomendó con el húngaro Árpád Fekete, que recién había asumido la dirección técnica del primer equipo de Pumas en 1975. La sola recomendación de Arnauda bastó para que el equipo universitario lo contratara sin siquiera verlo jugar. A los tres meses debutó en Primera División, con 18 años.

Enrique empezó a jugar futbol organizado en los torneos del entonces Departamento del Distrito Federal, hoy Gobierno de la Ciudad de México. Su equipo: el Internacional, que dirigía un tal Don Polo. Después, en las categorías infantiles de la Liga Interclubes de Futbol Soccer Amateur (LIFSA) jugó para el equipo Parma de un señor Lazcano, cuyos hijos y parientes eran los compañeros de Enrique. Pero desde los doce años ya jugaba unos pocos minutos con veteranos del Parma en la Liga mayor de la Interclubes. Y luego como estudiante de bachillerato formó parte de selecciones escolares. El tiempo lo convirtió en estelar del equipo de la UNAM, pero antes integró equipos del Instituto Politécnico Nacional (IPN), tanto la selección de la otrora Vocacional 8 Narciso Bassols —plantel educativo de los hoy denominados Centros de Estudios Científicos y Tecnológicos— como la general del Poli, con la que salió campeón de la segunda edición del Campeonato Nacional Benito Juárez.

Desde muy joven, cuando vivía en una Unidad Habitacional de trabajadores, un conjunto de viviendas para sindicalizados afiliados a la Confederación de Trabajadores de México (CTM) ubicada al norte de la ciudad, por el rumbo de Indios Verdes, a un costado de las vías, mientras jugaba simultáneamente en los terregales de Santa Isabel Tola en Gustavo A. Madero, Enrique tenía la idea de “establecer un club organizado” y dotarlo de fuerzas básicas. Eran “ideas avanzadas” para aquel tiempo, dice en entrevista con futboleo.net.

Esas fuerzas básicas a las que no pudo dar forma como proyecto autogestivo las encontró Enrique en el Club Universidad Nacional. Hacia 1974 —recuerda— “Pumas era un equipo de media tabla, supuestamente representativo del estudiantado, pero repleto de veteranos ya sin mayores aspiraciones”. Hasta que llegaron como directivos como Bernardo Quintana, Gilberto Borja, Guillermo Aguilar Álvarez, Arnoldo Levinson. Ellos, dice Enrique, “se abocaron a posicionar a Pumas en cinco años dentro de los primeros planos. Y este proceso se adelantó, fueron tres años: salieron campeones en 1977. El equipo empezó a tener un boom. Se le dio cabida al estudiantado, a la juventud, a los jugadores que se iban formando dentro de la cantera. Llegó a ser un modelo en el futbol mexicano, base de la selección nacional y de cómo organizar fuerzas básicas”.

López Zarza en sus inicios con Pumas

Bajo esa política de fomento a los jóvenes Enrique debutó con la oncena auriazul, pero a los tres meses, en virtud de que en aquella época se podían hacer contrataciones en cualquier momento del torneo, arribó al equipo un fichaje estelar que, para colmo, jugaba en la posición de Enrique, extremo derecho: Juan José Muñante. “Me afectó mucho porque tuve que regresar a la reserva. Decidí que si en un año no regresaba a jugar en primera me iba a dedicar a la escuela”.

Por aquellos días lo convocaron a la selección nacional juvenil que habría de participar en el premundial celebrado en Puerto Rico con miras al primer mundial de la categoría, celebrado en Túnez en 1977. Pero prácticamente bajaron a Enrique del avión antes de que despegara del aeropuerto Benito Juárez rumbo al de San Juan. Sin embargo, una vez conseguida la calificación en la isla caribeña lo volvieron a llamar. Dice que por la forma como lo descartaron con anterioridad ya no quería ir, pero el entonces asistente técnico de Pumas, Velibor “Bora” Milutinovic, le dijo que iba o iba. Si no, lo multaban o lo despedían.

Finalmente acudió al llamado y salió subcampeón de la primera edición de una Copa del Mundo con límite de edad, tras caer México en la final en tandas de penaltis ante la Unión Soviética. Dirigido por Alfonso “Pescado” Portugal con Horacio Casarín como asistente, aquel representativo mexicano, además de Enrique, lo integraron, entre otros, Luis Plascencia, Agustín Manzo, Guillermo Cosío, Hugo Rodríguez, Marco Paredes, Carlos García, Leonardo Álvarez, Sergio Rubio, Fernando Garduño, Jacinto Ambriz, Eduardo Rergis, Jorge “Vikingo” Dávalos y Eduardo Moses. Por quedarse en México a jugar su primera liguilla, que culminó con la obtención del primer título de Liga en la historia de Pumas, no acudió al mundial tunecino el que había sido el eje del ataque mexicano durante la eliminatoria puertorriqueña: Hugo Sánchez.

Selección juvenil mexicana que participó en Túnez 77.
López Zarza es el tercero de derecha a izquierda en la fila de abajo

El buen desempeño de López Zarza en Túnez llamó la atención del seleccionador nacional de categoría mayor, José Antonio Roca, quien lo incluyó en la lista de jugadores que habrían de acudir al mundial de Argentina 78, donde Enrique vio actividad en uno de los tres partidos que México disputó en aquella infortunada participación mundialista.

López Zarza con la selección en el Mundial Argentina 78. Es el primero por la izquierda de la fila de arriba (Foto: Cortesía de Juan Valdez de Archivo Gráfico Juvagol)

De vuelta en México, López Zarza se convirtió en factor dentro del esquema táctico dispuesto por Bora Milutinovic con el auxilio de Mario Velarde —a quien Enrique reconoce como “el cimiento de la continuidad de lo que dejó como legado Renato Cesarini en la institución de Pumas”— que habría de traducirse en la conquista del segundo título de Liga de los Pumas. Cuando Enrique llegó al club Bora todavía era jugador, pero ya trabajaba con jóvenes. Ya retirado, el serbio se volvió auxiliar de György “Jorge” Marik y luego sucedió al húngaro en el banquillo. Fue entonces cuando Enrique se consolidó como titular. Era el motor que le imprimía dinamismo a un mediocampo desde el que se gestaron 79 goles en temporada regular. Fue un gol suyo, llegando de atrás, a pase de Ricardo “Tuca” Ferreti, el que selló la victoria 4-1 de los Pumas cuando faltaba un cuarto de hora para que llegara a su término el partido de vuelta de la final por el campeonato 1980-81.

El joven López Zarza (izq.) le disputa el balón a Manuel Manzo (cent.) y a Leonardo Cuéllar (der.) en un entrenamiento de los Pumas

Para la temporada 1983-84, llevado por el entrenador Manuel Lapuente, López Zarza es contratado por el equipo campeón, el Puebla, del que salió para reencontrarse con Lapuente en el Atlante de cara al torneo 1987-88. Al hombre de la boina, técnico nacional en el mundial Francia 98, López Zarza lo considera uno “de los técnicos más significativos para afianzar conceptos”.

De 1988 a 1991 López Zarza jugó para un club que recién nacía, una franquicia que había sido trasladada desde Querétaro hasta el extremo norte del país: Cobras de Ciudad Juárez, a pedido del entrenador Rubén “Ratón” Ayala. Ahí conoce al Ing. Federico de la Vega, al que califica como “el primer impulsor del futbol profesional en Juárez”, padre de Alejandra de la Vega, propietaria del FC Juárez que actualmente representa a los juarenses en primera división.

Cuando se le pregunta por su estancia en la ciudad del Noa Noa, dice López Zarza: “Ciudad Juárez era un ambiente con la influencia norteamericana. El equipo buscó reforzar lo que el equipo en segunda había logrado: una identidad con la población tanto de Juárez como de El Paso, Texas”.

Alineación de Cobras de Ciudad Juárez. Enrique es el segundo de derecha a izquierda en la fila de abajo

Tras un primer torneo complicado, que no culminó el “Ratón” Ayala al frente del plantel, quedó como timonel Ignacio “Gallo” Jáuregui, que antes del inicio del siguiente torneo salió tras la pretemporada en Nuevo México. En su relevo llegó Carlos Miloc, que una vez cesado fue sustituido por su asistente, el también uruguayo Héctor Hugo Eugui, bajo cuyas órdenes estuvo López Zarza hasta su salida del club. En la primera temporada que disputaron sin Enrique entre sus filas las Cobras descendieron y no volvió a haber futbol de primera división en la ciudad fronteriza sino hasta la feliz aparición de los Indios de Juárez.

Al igual que como lo hizo el Puebla en 1983, de nuevo un flamante campeón, el León, pidió la incorporación de López Zarza para la temporada en que se pondría en juego su supremacía. En 1992 llegó a los panzasverdes, que dirigidos por Víctor Manuel Vucetich se habían coronado en el ascenso y acto seguido en el máximo circuito. Con Vucetich —otro beneficiario de la visión y la generosidad del “Picao” Arnauda, pues éste supo abrirle al actual DT de Rayados del Monterrey un horizonte vocacional como entrenador tras su retiro prematuro por una apendicitis incapacitante— López Zarza vivió su última temporada con los botines puestos. Fue por Vucetich, al que considera “un técnico ejemplar”, que nació en Enrique, según sus palabras, “la inquietud de mantenerme dentro del futbol”.

Como diagnóstico general pero al mismo tiempo como una proyección autobiográfica, López Zarza afirma: “Los entrenadores en México padecen la dictadura de lo mediático y lo inmediato”. Nada afecto a los alardes histriónicos en la zona técnica y renuente por su personalidad, alejada de toda ostentación, a usar trajes de diseñador que tanto atraen a las cámaras de televisión, López Zarza es de los entrenadores que no han sido suficientemente valorados en sus méritos deportivos por el medio futbolístico nacional.

En su primera experiencia como timonel, en la que dirigió a los Pumas en dupla junto con Luis Flores en 1997, debutaron en el conjunto auriazul ocho jóvenes, entre ellos el tres veces mundialista Gerardo Torrado.

A pesar de que no recibió el pago ni de su salario ni de los premios convenidos, López Zarza salvó del descenso a los Tiburones Rojos del Veracruz en 2019, pero tras la desafiliación de la franquicia por motivos administrativos, no deportivos, se quedó sin empleo.

Y si actualmente compite en la Liga de Expansión el equipo de Tepatitlán es porque Enrique supo instalarlo en esa categoría de nuestro futbol, cuando se llamaba Liga de Ascenso, al sacarlo campeón del torneo 2017-2018 de la Segunda División.

En vez de ponerse en manos de representantes que operan como meras agencias de colocaciones que no piensan en los clubes más que para esquilmarlos con sus comisiones, ojalá los directivos volteen la vista hacia entrenadores como Enrique López Zarza, que con seriedad y discreción, sin adicción a los reflectores, manteniéndose permanentemente actualizados en cuanto a innovaciones tácticas y métodos de entrenamiento, cuentan con la capacidad y la experiencia para emprender proyectos deportivos sostenibles: financieramente viables y futbolísticamente exitosos.

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