México-Alemania, una reflexión

Por Olivia Betancourt Mascorro

Cada vez que la selección mexicana se enfrenta a un equipo tan poderoso como Alemania, la pregunta necesaria es si se tiene lo que se requiere para salir triunfante o quizás lograr un empate que nos haga sentir esperanzados.

En la historia de los mundiales, México y Alemania se han enfrentado tres veces: en 1978, los teutones derrotaron al equipo mexicano 6-0; en 1986, cuartos de final, se fueron a penales en donde México cayó 1-4, y en 1998 Alemania derrotó a México 2-1 en octavos de final.

México nunca ha podido ganarle a Alemania, y ese hecho nos hace cuestionarnos por qué creemos o por qué siempre tenemos «la fe y esperanza» de que esa historia puede cambiar. Voy más allá. ¿Qué nos hace pensar que México puede llegar a ser campeón del mundo? Estos cuestionamientos me surgen porque si hay algo que ya me resulta absurdo, es el bombardeo publicitario que surge en cada partido y en cada mundial de que dejemos esa negatividad y apoyemos a la selección. Pero vuelvo al planteamiento anterior, qué hemos hecho para construir el camino hacia la copa del mundo.

Cuando Alemania fracasó en la Eurocopa 2000, el futbol alemán tuvo que reinventarse. Los alemanes se dieron cuenta que debía implementarse un proceso de renovación, lo que implicó, de entrada, la formación de talentos (jóvenes de 11 a 17 años) y el reforzamiento de la élite de jugadores existente. Por supuesto la serie de medidas tomadas es mucho más amplia. Se trató de la creación de escuelas de futbol en todo el país, centros de formación de nuevos talentos en cada uno de los equipos profesionales que integran la Bundesliga, la subvención de centros dependientes de las escuelas profesionales, entre otras, lo que implicó una inversión de millones de euros. La culminación de este esfuerzo fue Brasil 2014, la Copa Confederaciones y la Eurocopa Sub 21, lo que de suyo los apuntala como uno de los favoritos para ganar el Mundial en Rusia. En la mentalidad de los alemanes ya no está el fracaso de la Eurocopa, ni mucho menos la mala racha que atravesó el futbol alemán en el Mundial de 1998.

Alemania tomó cartas en el asunto, ¿y nosotros? ¿Seguiremos esperanzados a pesar de que no se ha concientizado en que el futbol mexicano requiere una cirugía mayor? No creo que el futbol sea esperanza. Se requiere de factores como la disciplina y la constancia para cambiar la mentalidad, pero sobre todo es necesario invertir en la formación de nuevos talentos. No quiero decir que busquemos seguir el modelo alemán, sino que no hemos asumido que México no podrá trascender en un Mundial hasta que no trabajemos en áreas como la captación y formación de talentos. Así que sin ahondar más en el asunto, esperemos que mañana la selección mexicana pueda lograr algo diferente de lo que la historia nos arroja al enfrentar a la Mannschaft.

Foto: extraída de http://elcirculobeatle.com/mexico-vs-alemania-el-suceso-musical-del-mundial-mexico-86.

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Giménez hizo un godín

El central uruguayo Josema Giménez emuló a su compañero Diego Godín para darle la victoria a Uruguay en su debut en Rusia 2018 

Por: Farid Barquet Climent

Hace cuatro años, con motivo del Mundial Brasil 2014, escribí una propuesta: que el vocabulario del futbol acuñara una nueva locución: el gol de godina, el gol a lo Godín, el gol godino o cualquier derivación semejante.

¿Qué es para mí un gol de godina? No un gol anotado por un Godínez, arquetipo de oficinista mexicano construido por las redes sociales, sino la clase de gol típica del capitán de la selección uruguaya Diego Godín, quien tiene por costumbre anotar goles clones no sólo en cuanto a su factura sino también idénticos en dramatismo.

Un gol de godina exige siete condiciones sine qua non para ser considerado como tal: a) ocurrir en los minutos postreros del partido o al menos en el segundo tiempo; b) provenir de un tiro de esquina o de una falta próxima al córner; c) que el autor sea un defensor central; d) que conseguir anidar el balón en la red suponga abrir una brecha imposible entre una nube de marcadores; e) que el contacto último con la pelota sea con la frente, el pómulo, el hombro o la clavícula; f) que el contexto sea de máxima tensión y que las hinchadas enfrentadas lo vivan con el sufrimiento que puede desembocar en hazaña o descalabro y g) que la feliz consecución del tanto suponga un logro o la antesala de uno de auténtica trascendencia: la calificación a una siguiente ronda, la obtención de un título…

Hoy en Ekaterinburgo no fue Diego Godín, sino su compañero en la defensa central, José María Giménez, quien anotó un gol de godina. En el último minuto del tiempo reglamentario del partido contra Egipto, el jugador del Atlético de Madrid —mismo equipo de Godín— malogró la excelente actuación del portero del representativo saharaui, Mohamed El-Shenawy, que había atajado goles cantados, al asestar al balón que le envío su compatriota Carlos Sánchez un certero frentazo entre tres defensores egipcios, anidándolo en la red y con ello decidir el encuentro a favor de los sudamericanos.

De no haber logrado Giménez cabecear el balón, presto estaba a sus espaldas para hacerlo nada menos que Godín.

Por eso, cuatro años después vuelvo a insistir: mientras al checo Antonin Panenka le bastó anotar tan sólo un penalti —en la final de la Eurocopa de fútbol de 1976— para que su célebre forma de ejecución de tiros desde los once pasos lleve desde entonces su nombre, Godín mete o propicia o al menos ronda el entorno de goles que llevan su sello pero seguimos sin hacerle justicia al crear un vocablo que lo asocie con el tipo de jugada que a fuerza de repetición ya lo caracteriza.

Honorables Miembros de la Academia de la Lengua del Futbol: con su godín de hoy, Giménez les abre una oportunidad de enmendar su omisión. No la desperdicien.

 

Foto: elbocon.pe

El regreso de Egipto

Después de 28 años, Egipto está de vuelta en una fase final de Copa del Mundo.

 

Por: Farid Barquet Climent

Al Embajador Jorge Álvarez Fuentes

 

Una de las selecciones que en su momento padeció discriminación de parte de la famosa empresa italiana que fabrica los álbumes de estampitas que circulan cada Mundial, fue la de Egipto, cuyos integrantes de hace 28 años, los que participaron en el Mundial Italia 90, ocuparon sólo una y no las dos páginas que habitualmente se asignan a cada equipo, pues en vez de contar con dieciocho cromos, sólo le asignaron diez, que además eran horizontales y no verticales para que cupieran los retratos de dos jugadores y no sólo uno.

En aquel verano de 1990 tuve por primera vez en mis manos uno de esos afiches bicéfalos. Era el número 488 y en él aparecían, como siameses unidos por un mismo sticker, Gamal Abdelhamid y Hossam Hassan, el capitán y el artillero, respectivamente, de la selección de Egipto que, cincuenta y seis años después de su primera participación mundialista en Italia 34, se había ganado el derecho de participar por segunda vez en una fase final de Copa del Mundo, sita igualmente en Italia, tras aprovechar sus tardes de localía y ganar todos sus partidos de la eliminatoria de 1989 como local en El Cairo, contra Liberia, Malawi, Kenia y Argelia.

Hassan, máximo goleador histórico del equipo nacional de Egipto con 69 anotaciones, en Italia 90 sólo pudo hacerse presente, y de manera indirecta, en el marcador del primer partido de su selección, en el que se midieron con el campeón de Europa, Holanda, que por más que contó con Gullit, Van Basten y compañía no pudo vencer al conjunto árabe, pues a siete minutos del final el ariete egipcio propició que Ronald Koeman lo derribara dentro del área y el penalti resultante fue convertido en gol por Magdy Abedelghani, para poner cifras definitivas 1-1.

En su siguiente enfrentamiento mundialista Hassan y los suyos obtuvieron un nuevo empate, sin goles, ante la siempre difícil Irlanda. Y si Egipto tuvo que despedirse de aquel Mundial en la primera ronda, fue por su derrota en Cagliari ante Inglaterra apenas 1-0, en un encuentro muy parejo, que en nada se pareció a la histórica dominación que, en el plano político y económico, los británicos ejercieron sobre los norteafricanos desde que, en los años ochenta del siglo XIX, inició la disputa por el control del Canal de Suez y que llegó a su fin en tiempos del presidente Gamal Abdel Nasser, a mediados de la década de los cincuenta del siglo XX.

Desde el 21 de junio de 1990, día en que cayó por la mínima diferencia ante Inglaterra, Egipto no ha vuelto a disputar un partido de fase final de Copa del Mundo. Su reaparición será mañana, 15 de junio de 2018, día del cumpleaños número 26 de su estrella, Mohamed Salah, el relámpago del desierto que brilla en el futbol inglés con el Liverpool FC y que ha terminado por convertir al río Nilo en una afluente del Mersey.

Seguramente fue Maat, la antigua diosa egipcia de la justicia, la que intercedió ante el fabricante del álbum del Mundial para que Salah y sus compañeros no hayan aparecido, en la edición de Rusia 2018, como sus paisanos de hace veintiocho años, hacinados como estuvieron en estampitas de a dos. No creo que alguien haya pretendido que a los seleccionados actuales se les retratara faraónicamente, como a Ramsés II eternizado en su templo de Abu Simbel, o majestuosos como la Esfinge junto a las pirámides de Guiza. Simplemente fue exigir que en los pequeños trozos de papel que pululan por todo el mundo —cuyas tersura, perfecta simetría y segunda piel auto adherible nada tienen qué ver con la porosidad, forma irregular y textura talluda de los tradicionales papiros en que se representaban los jeroglíficos del antiguo Egipto— se le otorgue al conjunto de jóvenes saharianos el mismo trato que a sus pares de las otras selecciones, el inherente a la calidad que bien han sabido ganarse: la de mundialistas.

 

Foto: todocoleccion.net

Guadalupe Nettel y una infancia curtidora

De las excursiones futbolístico-literarias de la escritora mexicana Guadalupe Nettel, escribe Farid Barquet Climent en esta entrega.

Por: Farid Barquet Climent

A Israel Martínez López

 

Hay infancias que curten. Si no, que se lo pregunten a Guadalupe Nettel. Su novela autobiográfica, intitulada El cuerpo en que nací, testimonia cómo la escritora, durante la difícil curtimbre de su infancia, supo suavizar gracias al futbol las adversidades que atravesaron su niñez. De aquellos años en que vivía atormentada por preguntas sin respuesta, dice Nettel: “lo único que se me ocurría hacer era dejar de pensar en la medida de lo posible y jugar, jugar, jugar al futbol…”. Eso explica que ayer, víspera de Mundial, en The New York Times haya escrito que, en la infancia, el futbol es “un juego que basta para darle forma al universo”.

Nettel relata su iniciación futbolística en los jardines del lugar donde vivía: la Villa Olímpica de la capital mexicana, conjunto de edificios que alojó a los deportistas que participaron en la Olimpiada de México 68 y que en el sexenio presidencial de Luis Echeverría se convirtió en Unidad Habitacional, a la que arribaron muchos exiliados de las dictaduras latinoamericanas de los años setenta.

En Villa Olímpica, Nettel conoció también el futbol organizado: las canchas del inmenso condominio —dispuestas para que sus primeros habitantes, los atletas olímpicos, pudieran ejercitarse— alojaron en la década de los ochenta la escuela de futbol infantil México Soccer, a la que pudo ingresar la hoy Directora de la Revista de la Universidad de México gracias a un alegato de su abuela, que no fue un vertedero de argumentos igualitaristas a favor de la inclusión de su nieta en una liga de hombres, sino un pedido de conmiseración hacia su avanzada edad y las dificultades concomitantes de cuidar de la impetuosa niña.

Con el tiempo a Nettel le llegó la hora de tener que hacerse seguidora de algún equipo profesional. Curtida como para entonces ya lo estaba, no sorprende que la niña Nettel se haya inclinado por el equipo del gremio de la curtimbre: Unión de Curtidores. Así lo recuerda: “tardé años en elegir un equipo al cual aficionarme. No sentía pertenencia a ninguno de los que veía jugar en los torneos de primera división. Finalmente, cuando tuve que escoger, me decanté por la Unión de Curtidores, el equipo menos glamoroso, el menos conocido y con menores posibilidades de ganar algún día un campeonato”.

Fundada en 1928 por los trabajadores de los talleres de curtiduría de la industriosa ciudad del calzado mexicano, León, Guanajuato, la Unión de Curtidores es descrita por Nettel como una “escuadra tan desaliñada”, un equipo tan gobernado por un “modo fatalista de jugar”, que “lo único que lo volvía especial era su nervioso ir y venir entre la primera y la segunda división, ya que se trataba de un equipo que vivía al borde de la tragedia, del oprobio, en la peor de las incertidumbres. Su objetivo no era ganar el campeonato, con el que ni siquiera soñaban, sino conservar la compostura”.

Después de su último descenso a la Segunda División en 1984, Unión de Curtidores desapareció por un lapso de tres lustros, hasta que volvió a aparecer en el torneo Verano 1999 de la entonces llamada Primera División “A”, equivalente a la hoy denominada Liga de Ascenso, por aquello de que de un tiempo para acá nadie quiere llamarle por su nombre a la Segunda División y por eso se le ponen denominaciones eufemísticas. En aquella temporada en que contaron en sus filas con tres que en el futuro serían jugadores americanistas, José de Jesús Chuy Mendoza, Álvaro Ortiz —hoy Secretario de la Asociación de Futbolistas Profesionales— y Christian Patiño, así como con dos refuerzos llegados del León para los partidos finales, Everaldo Begines y Jaime Ordiales, el conjunto cuerero logró su ascenso al máximo circuito, pero la franquicia fue vendida al Puebla para que éste no descendiera. Fue así como el descendido Puebla se quedó en Primera sin deportivamente merecerlo y el ascendido Curtidores de plano terminó por desaparecer del profesionalismo, aunque esto último no lo comparte su insospechada seguidora, quien afirma: “a pesar de lo que cree la gente, la Unión no desapareció del mapa. El equipo ha cambiado de nombre a lo largo de los años pero su esencia sigue siendo la misma. Como los animales más antiguos que pueblan el planeta, los curtidores han tenido que mutar para sobrevivir”.

Lo que quizá no sabe la finalista del Premio Herralde 2005 es que la única vez que los Curtidores mutaron conscientes de su mutación, más que buscar su sobrevivencia lo hicieron para prestarse a una burda maniobra que sólo sirvió para manchar al futbol mexicano con el oprobio de la trampa.

Ocurrió a mediados de 1979. México debía buscar su pase a la Olimpiada de Moscú 80 enfrentando a Estados Unidos en dos partidos a visita recíproca. En aquel tiempo el Comité Olímpico Internacional prohibía la participación de futbolistas profesionales tanto en los encuentros eliminatorios como en la fase final a disputarse en la sede olímpica. No obstante, alguien en la Federación Mexicana de Futbol, algún vil trapacero, débil mental o incompetente supino, tuvo la idea de que la Unión de Curtidores mutara en la selección nacional amateur. Fue así como los jugadores de Curtidores, que habitualmente usaban el uniforme característico que Nettel tiene muy presente —“blanco con una franja color azul oscuro que recuerda a las de Miss Universo”, recuerda la escritora— tuvieron que sustituirlo por el tradicional de las selecciones mexicanas. Vestidos con la camiseta verde de México, el 23 de mayo los curtidores —entre los que se contaban Miguel Ángel Pueblita Fuentes, que jugó toda la década de los ochenta con el Atlante, y Efraín Cuchillo Herrera, que fuera campeón con el América y con el Necaxa, destinatario de una versión primigenia pero más sofisticada del grito homofóbico que desde hace algunos años se escucha en las tribunas mexicanas: ¡ese no es Cuchillo, es puñal!—  enfrentaron en el mítico estadio leonés de La Martinica al representativo de Estados Unidos, al que vencieron 4-0. En el encuentro de vuelta, disputado en Nueva Jersey en el estadio de los Gigantes de Nueva York, los curtidores tricolores se impusieron nuevamente, por marcador 0-2.

En razón de que la prensa leonesa cantó a los cuatro vientos la noticia de ese triunfo que se adjudicó al representativo patrio pero que en realidad había sido obtenido por un equipo de su localidad, el Comité Olímpico Internacional se enteró de que la selección mexicana que había asestado seis goles a los estadounidenses sin recibir ninguno era un equipo profesional hecho pasar por amateur, motivo por el cual México fue descalificado y, en consecuencia, no participó en las competencias de futbol de Moscú 80. El futbol mexicano se ausentó de la única Olimpiada celebrada en la urss no porque se hubiera sumado al boicot impuesto a esa edición de los Juegos por el presidente estadounidense James Carter como forma de manifestar su desaprobación por la invasión soviética a Afganistán en aquel 1979. La Guerra Fría nada tuvo que ver. La causa fue la deshonestidad inveterada de nuestros dirigentes, que ocho años después harían la misma treta, con resultados aún peores, en el episodio conocido como los cachirules.

Según Nettel, fueron los comentarios que le hicieron los amigos de su madre y algunos otros niños sobre sus primeros escritos infantiles los que, como ella afirma, la “iniciaron en la adicción del elogio, de la que uno se recupera pero no se cura jamás”. Esa es una adicción que, como escritora, no como aficionada al Curtidores, comparte con la inmensa mayoría de los futbolistas de todo el mundo, gremio global de narcisistas. Ya lo decía el escritor Pier Paolo Pasolini: “como es sabido, los futbolistas están viciados: durante unos años de su juventud son divos como ningún otro divo. Nada es igual que un estadio lleno de gente: ni siquiera el gran público del cine, fraccionado en mil salas y salitas, puede compararse con esa masa viva, rugiente y, finalmente, atormentadora de espectadores”.

El que, a diferencia de Nettel, estuvo muy lejos de ser adicto al elogio, fue el equipo de su predilección, porque Curtidores conquistó muy pocos trofeos y esos pocos ni siquiera son suficientemente atesorados, pues según informa el diario Milenio, se extraviaron con facilidad durante la demolición de La Martinica, en cuyo terreno se construirá, para variar, un centro comercial, ese destino trillado para muchos estadios de ayer y también de hoy.

Nettel recuerda que a ella, cuando su madre se fue una larga temporada de México dejándola a ella y a su hermano a cargo de su abuela, dejó de interesarle la escritura, “al igual que todo lo demás excepto el futbol”. A muchos les costará trabajo imaginar a la autora de Juegos de artificio apartada de las letras y futbolizada hasta el límite. Pero quienes conocemos la capacidad reparadora del futbol, si se quiere su efecto evasivo, nos resulta más fácil pensar a la hoy novelista como una niña concentrada exclusivamente en una cascarita en Villa Olímpica o intrigada por la suerte, siempre malograda, del equipo que desde entonces decidió abrazar: la Unión de Curtidores.

 

Foto: Magdalena Siedlecki

 

Diario mundialista, ¿El último mundial?

por Benjamín de Buen

@bdebuen

Al ver el mapa de las sedes del Mundial de 2026 me acordé del tipo de póster central que las aerolíneas colocan en el centro de sus revistas de vuelo para mostrar todas sus destinaciones. No ayuda que al Mundial «United 2026» se le haya asignado un nombre de aerolínea.

La designación de la sede para la primera edición que tendrá 48 equipos cayó casi al mismo tiempo que la noticia de la destitución de Julen Lopetegui de la selección española cuando ya se encontraba en Rusia preparando el debut de España. Me queda la pregunta, ¿en el futbol ya es más importante la Champions que un Mundial?

No parece una locura decir que la competición de clubes de la UEFA ha rebasado en importancia al torneo de selecciones que todavía en tiempos de Ronaldo y Ronaldinho era la cima del futbol. Dudo que a Lopetegui no le haya pasado por la cabeza la posibilidad de quedarse fuera de España por su decisión, en una jugada que demuestra el poder de los grandes clubes por encima de las selecciones.

También es probable que Lopetegui se quede sin equipo antes de Navidad si se considera el historial de técnicos madridistas que antecedieron a Zidane.

Esta situación podría ser una indicación del porvenir del futbol internacional. Ya la FIFA ha sacrificado uno de sus torneos de selecciones para instaurar un torneo de clubes a nivel mundial, al desaparecer la Confederaciones y crear un Mundial de Clubes disputado cada cuatro años, en los meses de junio o julio.

El Mundial de Catar 2022 se jugará en noviembre y diciembre, como el Mundial de Clubes de ahora.

Ya siento nostalgia por la antigua Copa del Mundo.

Con el riesgo de asumir una postura de amargura ante el regreso del Mundial a México (y a Estados Unidos, y a la debutante Canadá como sede) lo que parece haberse presentado ayer es más bien una especie de Frankenmundial que terminará encumbrando al futbol de clubes. Canadá, Estados Unidos y México ni siquiera son amigos en este preciso instante. No veo a Trump y a Trudeau y a Peña llamándose por teléfono para decir felicidades.

La gran virtud del futbol de selecciones por encima de los clubes es el determinismo detrás de la formación de los equipos, que de alguna manera le da un interés particular al mundial. Las reservas de talento están limitadas por cuestiones de nacionalidad o dicho llanamente, los equipos no pueden fichar de acuerdo a su poder económico y se tiene que jugar con lo que hay. El poder de los equipos tiene un tope. Mientras, el Barcelona y el Real Madrid fichan a promesas jóvenes por precaución, para evitar que se vayan a uno de sus grandes rivales y les imponen la famosa cláusula del miedo, que impide que dichos jugadores les hagan daño en la cancha mientras juegan cedidos en otros clubes.

Mi especulación no obedece a un tradicionalismo obstinado sino a que la FIFA podría estar anticipando que los clubes rebasaran a las selecciones y lo que estamos viendo ahora es su forma de adjudicarse parte de la acción. De ser así, podría estar por iniciar el último «verdadero» mundial.

Espero equivocarme y quedar como uno de esos pesimistas que tanto abundan y creen que todo es una conspiración.

Foto: Karl Oppolzer [CC BY-SA 3.0 (https://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0)%5D, from Wikimedia Commons

Costumbres inaugurales

Mañana se inaugura un nuevo Mundial. Farid Barquet Climent nos cuenta cómo ha cambiado el criterio para decidir los equipos que han tenido el honor de dar las primeras patadas al balón dentro del máximo certamen del futbol internacional

 

En el primer Mundial que vi, México 86, estaba vigente la costumbre de acuerdo con la cual el equipo campeón del certamen inmediato anterior disputaba el partido inaugural. En aquel verano mexicano Italia abrió el torneo contra la selección de Bulgaria. Un equipo italiano sensiblemente inferior al que ganó la Copa en España cuatro años antes, apenas pudo obtener un empate con los búlgaros en la cancha del estado Azteca. El partido fue tan gris como el entonces Presidente de México, Miguel de la Madrid, quien esa tarde se convirtió en merecido recipiendario de la rechifla ensordecedora —que bien recuerda el escritor José Agustín en su Tragicomedia mexicana— que el público mexicano le profirió por la errática respuesta de su gobierno al sismo que afectó a la Ciudad de México tan sólo nueve meses antes y por su negativa a recibir ayuda internacional con motivo de la tragedia.

En Italia 90 Argentina inició en Milán la defensa de su título ante Camerún, cuya selección se convirtió en la feliz revelación del torneo. Aquella tarde las tribunas del estadio Guiseppe Meazza olían a venganza: la afición milanesa ansiaba ver caído a Diego Armando Maradona, crack argentino que vistiendo la camiseta del sureño Nápoles cometió la osadía de ganarles trofeos de liga y de copa a los equipos históricos del norte de la península. La laxitud arbitral para sancionar las faltas de los africanos, aunada a la falta de puntería de los atacantes pamperos, produjeron lo inesperado: la selección albiceleste, capitaneada por el mejor jugador del mundo, fue derrotada 1-0 gracias a un gol de Omam Biyik que marcó la oxigenante y renovadora  irrupción de África en el concierto mundial del futbol.

La costumbre continuó tres mundiales más: en Estados Unidos 94 y Francia 98 los campeones defensores, Alemania y Brasil, respectivamente, ganaron sin mayores sobresaltos sus partidos inaugurales ante Bolivia y Escocia por 1-0 y 2-1. Pero en Corea-Japón 2002, como una de esas vueltas de la historia de las que solía hablar Octavio Paz, se reeditó lo acontecido en Italia 90: un equipo africano sin palmarés como Senegal venció por 1-0 a la Francia campeona mundial con Zinedine Zidane lesionado.

La deferencia que cada cuatro años se prodigaba al campeón defensor llegó a su fin en 2006. Desde entonces la selección del país sede inaugura el Mundial. En Alemania 2006 los anfitriones vencieron a Costa Rica 4-2 en Munich y cuatro años después Sudáfrica empató con México 1-1 en Johannesburgo. En Brasil 2014 se impuso a Croacia y mañana Rusia enfrentará al rival de menos renombre de su grupo: Arabia Saudita. El motivo del cambio parece evidente: mientras se tuvo la costumbre se homenajear al campeón, la euforia del público testigo de las ceremonias inaugurales no podía prolongarse durante los noventa minutos de un partido entre selecciones del todo ajenas a la mayoría de los asistentes, naturales del lugar.

Por: Farid Barquet Climent

Foto: Anotando Fútbol

«Ahora hay televisión, y ya no se hacen estadios tan grandes»

Este texto fue publicado originalmente por Notimex en junio del año 2001.

En recuerdo de Óscar de Buen.

@bdebuen

Para las personas que nacimos después de 1966, el Estadio Azteca siempre ha sido parte del panorama de la calzada de Tlalpan, pero el ingeniero Óscar de Buen, uno de los ingenieros que proyectaron su estructura, recuerda como el coloso se hizo parte del paisaje.

El Azteca se construyó sobre un llano aislado de la población hasta que la capital lo absorbió y ahora es parte de la mancha urbana de la Ciudad de México. La obra del prestigiado arquitecto mexicano Pedro Ramírez Vázquez fue posible gracias a la participación de otros 13 arquitectos, 35 ingenieros y más de 800 obreros de la construcción.

«Se tardaron bastante, pero no por problemas de ingeniería, sino más bien por problemas, yo creo que económicos. El proyecto estructural nosotros lo hicimos por ahí de 1962 ó 1963 y lo inauguraron en 1966, cuatro años después, pero no tenían porqué haberse tardado tanto,» explica de Buen.

El trabajo de ingeniería que mantiene de pie al Estadio Azteca pasa inadvertido para los visitantes desconocedores. Para que una construcción tan grande haya sobrevivido a un terremoto como el ocurrido en esta ciudad el 19 de septiembre de 1985 debe tener el soporte necesario bajo la piel de cemento.

«Nosotros recibimos los planos de un arquitecto y a veces discutimos con él algunas cosas y entonces, en el caso de una estructura de concreto, somos los que determinamos las dimensiones de las vigas, las columnas, el armado que debe tener, la cimentación para que soporte todas las cargas y temblores. Que no se caiga. Lo que pasa es que a nosotros, los ingenieros estructurales o estructuristas, nadie nos conoce, sino hasta que se nos cae algo. Nosotros hacemos el esqueleto que aguanta el peso propio, el peso de la estructura el peso de la gente, los temblores, el viento», precisó.

Oscar de Buen López de Heredia, es ingeniero por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), nació en Madrid en 1925 y ha participado en la proyección estructural de algunas de las extremidades verticales de la ciudad, como las torres de Pemex y de la Compañía Mexicana de Aviación, el Museo Nacional de Antropología y la segunda Basílica de Guadalupe, en 1976.

Recientemente, se han publicado versiones insistiendo en que el Estadio Azteca está en deterioro por algunas fallas en la construcción.

«No es cierto, es mentira. Lo que sucede es algo que parece que es un problema mundial que empezó con los conciertos de rock, que todo el mundo se pone a brincar y a bailar al mismo tiempo a un cierto ritmo, y ahora también pasa con las barras bravas. Entonces los volados (balcones) sobretodo los de detrás de las porterías que son los más grandes se ponen a vibrar, pero no es por la carga, han pasado dos Mundiales, una cantidad de llenos tremenda, es un problema mundial que ha pasado en muchos estadios», comentó.

Y añadió, «las estructuras y las cosas tienen un período de vibración, si los brincos son con un período parecido al de la estructura, ella empieza a vibrar también. Yo no creo que se cayese. Los que están arriba ni se enteran, aunque parece que desde abajo se ve», aclara el ingeniero.

«Alguna vez leí en un periódico que decían que era porque el Azteca estaba cimentado en un terreno muy malo, pero en primer lugar eso no tiene nada que ver con la cimentación y en segundo lugar el terreno del Azteca es bastante bueno porque ya no es el terreno de por acá (Colonia Roma), del antiguo lago. Tiene pilas de concreto, pero muy cortas, a ocho o 10 metros de profundidad ya está el terreno resistente, bastante superficial. Se tuvo que escavar, la cancha está más abajo del terreno original, debajo está la cimentación y tiene pilas, ahí el terreno es bueno», explicó.

El Azteca ha sido modificado para recibir diferentes eventos de calibre mundial, el despacho Colinas de Buen apoyó nuevamente con el proyecto estructural de un techo para proteger al público de las potenciales lluvias en el Campeonato Mundial de 1970, que ha sido descuidada.

«La estructura de la cubierta, la estructura de acero, esa sí estaba mal trecha cuando el segundo campeonato de 1986. Como es de acero no la pintaban adecuadamente y está por arriba de la lámina y entonces se moja, con la lluvia de hoy que es muy corrosiva, con tanto smog y tanta porquería que hay, entonces se oxida si no la pintan y no la limpian de vez en cuando. A raíz del segundo Mundial de 1986, hubo que cambiar partes que ya estaban muy estropeadas. Ya pasaron 15 años. Además desde abajo no se ve» comentó.

El ingeniero de Buen, profesor emérito de la UNAM, asegura que con el debido mantenimiento, el Azteca tiene una duración ilimitada.

«Si fuese en Estados Unidos ya lo hubiesen tirado por viejo» bromeó.

En tiempos recientes ya no se construyen estadios tan grandes como el Azteca.

«Ahora hay televisión, y ya no se hacen estadios tan grandes porque los llenas tres veces al año y nada más. Es como el beisbol de Estados Unidos, el Yankee Stadium es de 70 y tantos mil espectadores y los estadios que hacen ahora son de 35 ó 40. Porque la gente no va, bueno, sí va, pero no se llenan, más que unas cuantas veces al año. Claro, si llegan a hacer un Mundial o aquí en las finales del campeonato llenan un estadio el doble de grande», aseveró.

«La inversión es mucho más grande, los gastos de mantenimiento son mucho más grandes, ya no es negocio hacer esos estadios gigantescos. La televisión ha disminuido el tamaño de los estadios. En parte es por la televisión que mucha gente lo ve; no sé que pasará cuando sólo lo pasen por la televisión pagada, cosa que no tarda mucho en suceder. No sé si vaya más gente o qué», comentó.

La posibilidad de poder ver deporte desde la comodidad del hogar ha disminuido las entradas en los estadios al mismo tiempo que ha multiplicado la posibilidad de mercado, esto parecería benévolo, señaló.

«La realidad es que la televisión ha echado a perder los deportes. Aunque por un lado les ha ayudado, todo el dinero que tienen es básicamente por la televisión. Pero por otro lado todo esto de que el famoso amor a la camiseta no existe, los jugadores lo que quieren es que los cambien para recibir su parte del traspaso. ¿Qué sucede? Que les pueden pagar tanto gracias a la televisión, porque no es lo que paga la gente que va al estadio», explicó.

Para alguien que ha vivido la evolución de los estadios y los medios, además de participar en la construcción de uno de ellos, hay más de un afectado por la incrustación de la televisión en el deporte.

«A los árbitros, la televisión los ha parado de cabeza, a veces cometen unos errores garrafales, pero a veces hay una jugada que nadie ve si hubo faul o no hubo faul y él tiene que pitar o no pitar, entonces luego se la repiten 20 veces desde 14 ángulos distintos y resulta que se equivocó, pues sí, pero pobre cuate, él tiene que definir instantáneamente una cosa que vio a medias» comentó.

 

Diario mundialista I

por Benjamín de Buen

@bdebuen

Congo, Nueva Gales del Sur, Australia

Son las cuatro de la mañana y lo único que me pregunto es si todo lo que dicen sobre la fiesta de las Lomas es cierto. ¿Por qué debemos creerle al TV Notas si no es más que un altavoz para la difamación? ¿Por qué presiento que esta vez lo que dice el TV Notas es la absoluta verdad?

Hace poco decía que iba a contener mi afición por el futbol porque sospecho que la nueva FIFA es igual que la vieja FIFA, porque la designación de Rusia en este particular momento me parece turbia y por esta forma de encariñarme incontrolablemente con causas lejanas y ajenas como la importancia de ganar una Copa del Mundo para la carrera de Lionel Messi o como desear desde la médula que la gloria europea de Real Madrid se destape como una gran farsa.

Ayer a esta misma hora leía las noticias sobre la posible baja de HH de la selección por culpa de la fiesta y al mismo tiempo me enteraba por Twitter que Dinamarca ganaba 2-0 y que Osorio estaba haciendo cambios.

Vale madres.

¿Por qué la selección de tu país festejó ANTES del Mundial? preguntó mi pareja en una hora más civilizada del mismo día. ¿Quién les paga?

Buenas preguntas. No sé y no sé.

 Más tarde, mientras desayunaba en la terraza de un Airbnb donde se escuchan las olas del Pacífico, encontré consuelo en recordar que los días entre el último amistoso y el debut mundialista son presa fácil para la especulación y la pesadumbre. Lo que sentimos ahora es normal. Es normal prepararse para la catástrofe como es normal creer en el fondo que Alemania no juega tan bien y se le puede ganar aunque no entendamos a nuestro entrenador y aunque el entrenador no nos entienda. Parece haber suficiente desobediencia en el equipo como para ganar el partido en la espontaneidad de la cancha en lugar de perderlo por culpa de trazos premeditados y precocidos dibujados sobre un pizarrón. Sólo espero que que no perdamos por decisiones del entrenador que parece no estar de acuerdo en que la mejor estrategia es sumar la máxima cantidad de talento al once inicial.

 Ni modo dar por perdido el Mundial sin haber jugado un solo minuto.

Son las cuatro y cuarto de la mañana. Por esto decía que debía contener mi afición.

No es mi culpa que el futbol me venga a despertar.

No es Salah…

Todo el mundo sabe del presente y se pregunta por el futuro inmediato de Mohamed Salah. Pero ¿conoces los acontecimientos que han marcado su trayectoria futbolística? Olivia Betancourt Mascorro explica porqué el crack egipcio es más que sólo un futbolista.

La lesión sufrida por Mohamed Salah en la Champions League dio mucho de qué hablar, sobre todo en Egipto, donde hasta un abogado intrépido, Bassem Wahba,  entabló una demanda en contra de Sergio Ramos por un billón de euros, y un reclamo a la FIFA por el “daño físico y psicológico” ocasionado no sólo a Salah sino también al pueblo egipcio.

Aunque al final Salah podrá recuperarse de la lesión e ir al Mundial Rusia 2018, no deja de llamar la atención la influencia que un jugador de futbol con capacidades excepcionales puede generar en una sociedad. Es lo que llaman el fenómeno Salah.

Pero no es Salah. Es la esperanza y creencia de que puede existir un futuro diferente en un país en donde ha predominado el autoritarismo y que por años lo ha sacudido la violación constante de derechos humanos, en especial, coartando la libertad de los ciudadanos egipcios de manifestarse y de expresar sus convicciones. El éxito de este gran jugador es visto por los egipcios como una señal de que la difícil situación por la que atraviesan puede ser superada, de que es posible alcanzar el éxito pese a los obstáculos.

Tras el estallido de la Revolución del 25 de Enero de 2011 y la consecuente renuncia del Presidente Hosni Mubarak, fuerzas de seguridad, francotiradores de la policía y demás elementos que apoyaban a Mubarak reaccionaron con violencia, lo que trajo consigo al menos 840 manifestantes muertos y 6,000 heridos en 18 días, de acuerdo con Amnistía Internacional. Pero entre este evento y el derrocamiento de su sucesor Mohamed Morsi en julio de 2013, un acontecimiento en especial ensombreció al futbol egipcio: la tragedia de Port Said de 2012.

El 1 de febrero de ese año, en el Estadio Port Said en Egipto jugaron por el campeonato el equipo local Al-Masry (proclive al régimen de Mubarack) y el visitante Al-Ahly (cercano a los partidarios de la Primavera Árabe), un partido que había sido tenso desde el principio pues los seguidores de ambos equipos históricamente han sido hostiles. Una vez que el árbitro pitó el final, los aficionados saltaron a la cancha provocando una batalla de tal magnitud que desató una estampida y dejó un saldo de 74 muertos y 248 heridos, según cifras oficiales por la BBC.

¿Dónde estaba Salah cuando ocurrieron estos acontecimientos? Salah debutó en 2010 en un equipo local, Mokawloon Al-Arab, también conocido como el Arab Contractors, además de representar a la selección nacional egipcia desde 2011. Después de lo sucedido en Port Said, Salah solo tenía al equipo nacional, pues Egipto se quedó sin liga profesional durante dos años debido a la tragedia, y fue con motivo de un partido amistoso entre el Basilea y la selección sub-23 de Egipto, el 14 de marzo de 2012, que el equipo suizo puso sus ojos en él. Ese día jugó de extremo derecho y anotó dos goles. Luego pasó por el Chelsea durante 2014, pero no tuvo su gran oportunidad. En febrero de 2015 fue prestado a la Fiorentina, en donde decidió portar el dorsal “74” en honor a los caídos en Port Said.

En 2015 partió al AS Roma, equipo en el que empezó a demostrar su gran capacidad futbolística; pero esta etapa finalizó en julio de 2017 cuando fue vendido a Liverpool por 42 millones de euros.

El 8 de octubre de 2017 fue un día lleno de júbilo para los egipcios. Con dos tantos anotados a la selección de Congo, Salah le puso fin a la mala racha que mantuvo a Egipto sin asistir a una fase final de Copa del Mundo durante 28 años, colocando a la selección de ese país en Rusia 2018.

En mayo de 2018, contra el equipo donde despegó su carrera, la Roma, en la lucha por llegar a la final de la Champions League Salah saludó a sus excompañeros uno por uno, y no quiso celebrar las dos anotaciones que le propinó a su ex equipo, incluso pidió perdón a la afición italiana que padeció la presencia del egipcio en Anfield. Salah lleva acumulado un total de 57 partidos y 48 goles en los campeonatos que ha jugado. El Liverpool lo ha tasado en 228 millones de euros ante el posible interés de otros equipos. El resto de la historia ya la sabemos.

A la distancia Mohamed Salah es un jugador que denota humildad; no es pretencioso y sus aptitudes futbolísticas lo han colocado en el camino con Messi y Ronaldo en la lucha por la Bota de Oro. Potencialmente podría convertirse en uno de los mejores futbolistas del mundo.

En estos tiempos la importancia de alguien tan popular se mide con los likes y las empresas interesadas en hacerse publicidad con su imagen. Todo esto también lo tiene. La realidad es que en un mundo que está ansioso de encontrar referentes, Salah es uno ideal no por su popularidad en redes sociales, sino por su altruismo y generosidad. El Medio Oriente lo quiere, hasta el actual Presidente Abdelfatah Al Sissi, ¡vaya paradoja! Quizás Salah viene a representar lo opuesto al régimen egipcio y a demostrarnos que cuando se poseen ciertas cualidades, la regularidad y la constancia son indispensables.

Mucho se puede decir de El Faraón: historias, comics, posters lo tienen a la vista de todo el mundo. Pero Mohamed Salah jamás olvidará el partido de su vida, el que lo catapultó, el que se derivó de la tragedia de Port Said y lo puso en la ruta de convertirse en el futbolista excepcional que hoy es. El partido que nunca hubiera querido jugar.

Por: Olivia Betancourt Mascorro

Foto: ABC de Sevilla.

«Me gusta recordar de dónde vengo»

Para calentar motores de cara al Mundial, Farid Barquet Climent nos recomienda una lectura dominical llena de futbol: la autobiografía de Andrés Iniesta.

En 1832 Thomas Carlyle escribió sobre el placer que a los seres humanos nos provocan las biografías de otros: ya sea escribirlas, leerlas o simplemente hablar de ellas. Al escritor escocés le resultaba “inexplicablemente grato conocer a un congénere, ver en su interior, entender sus expresiones, descifrar el corazón absoluto de su misterio; más aun, no sólo ver en su interior, sino mirar desde su perspectiva”.

La biografía de Andrés Iniesta, La jugada de mi vida, publicada por editorial Malpaso, no hace sino darle la razón a Carlyle. Porque a través de este libro de memorias, que tardó cuatro años en escribirse, se puede mirar al futbol desde la perspectiva del futbolista más polivalente de la historia; del que supo, junto a una generación fulgurante de jugadores, hacer de España ya no sólo el país con la mejor Liga del mundo sino también con la mejor selección del mundo.

El libro da cuenta de cómo el futbol fue incapaz de negársele al niño Iniesta a pesar del inconveniente de que su pueblo natal, Fuentealbilla, no contara con una cancha propiamente dicha. Bastó un pequeño patio, cuya superficie de cemento cuarteado estaba ocupada en buena parte por el tronco de un árbol, para que el hijo de un albañil albaceteño y de la mujer que atendía el bar del pueblo iniciara su idilio con el balón, que aparece narrado de manera fresca bajo la batuta del propio biografiado, nutrido por las voces de quienes han formado parte de su entorno más cercano, algunas vinculadas al futbol profesional y otras no.

“Me gusta recordar de dónde vengo”, escribe este fantástico jugador que el 27 de abril de 2018 acaba de decir adiós al FC Barcelona después de 22 temporadas, 669 partidos disputados y 32 títulos ganados, pues lo más probable es que se incorpore a un club de China al terminar el Mundial de Rusia. En La jugada de mi vida, el camiseta ‘8’ del Barcelona y de la selección española nos descubre de dónde viene y cómo logró convertirse en el mejor futbolista español que se haya conocido, verdadero patrimonio histórico de este deporte y sin cuya aportación es imposible entender lo mejor del futbol contemporáneo.

Por: Farid Barquet Climent