Por: Farid Barquet Climent.
Gabriel García Márquez, que fue primero periodista antes que escritor de novelas y cuentos que le valieron el premio Nobel, definía al reportaje como “la reconstrucción minuciosa y verídica del hecho”. En los tiempos en que el colombiano apenas se fogueaba en las oficinas de la redacción de un periódico, todo reportero digno de pertenecer al oficio a través de la radio “capturaba al vuelo las noticias del mundo entre silbidos siderales”, con miras a poder lograr la reconstrucción minuciosa y verídica de los hechos que iba a relatar.
En la actualidad internet y las redes sociales nos ahorran el ruido ambiente de las ondas megahertzianas a la hora de capturar al vuelo las noticias del mundo, pero la labor de reconstrucción minuciosa y verídica de los hechos sigue siendo tarea ardua. De eso da prueba el periodista deportivo veracruzano Diego Hernández Tejeda, quien reconstruye con toda minuciosidad el avance lúgubre de la pandemia para ofrecernos un mosaico verídico de sus devastadores impactos en el ámbito deportivo a través de su nuevo libro: Golpes y patadas del Covid-19 al deporte, con el que inaugura catálogo un sello de nuevo cuño y que mucho promete: la editorial deportiva Graderío.
Desde que en noviembre de 2019 tuvo noticia de la aparición del covid, pero sobre todo a partir de los primeros contagios de deportistas y en general de quienes participan de la industria del deporte, Hernández Tejeda se decidió a hacerle un férreo marcaje reporteril al virus. Su sana distancia ha sido física, no profesional. Golpes y patadas del Covid-19 al deporte recoge el seguimiento puntual de su autor a la propagación de la enfermedad y permite poner en la perspectiva que sólo da la sana distancia temporal tanto la súbita paralización de la actividad en estadios y arenas de prácticamente todo el orbe, como también el tortuoso, inacabado y en algunos casos todavía incierto regreso de las competencias. Por la información que reúne, ordena y expone con prosa ágil, se trata de un libro que nos ayuda a dimensionar el tamaño del drama y de sus implicaciones de toda índole.
Bien adelantó Theodore Roszak, desde mediados de los años 80 del siglo XX, que “nuestra civilización tecnológica necesita sus datos del mismo modo que los romanos necesitaban sus carreteras y los egipcios del imperio antiguo la inundación del Nilo”. Libros como el que nos entrega Hernández Tejeda responden con rigor a esa necesidad.
Retrato dinámico de un tiempo cruento, Golpes y patadas del Covid-19 al deporte tiene valor también como insumo, como fuente documental para la investigación o la sola referenciación. En sus páginas se pueden localizar datos duros: fechas, cifras, porcentajes, y se recrean las condiciones de modo, tiempo y lugar que a veces esconde su expresión numérica.
Comunicador a mucho orgullo, Hernández Tejeda no se olvida de sus colegas y empatiza con ellos y sus familias al destinar todo un capítulo a reconstruir minuciosamente la saga de contagios en el gremio del periodismo deportivo mundial, a recordar a los fallecidos, a dar cuenta de los que perdieron sus fuentes de trabajo por los recortes o al menos vieron reducidos sensiblemente sus salarios.
En esta su segunda obra —en 2009 publicó su primer libro, un racimo de semblanzas de glorias futbolísticas de su estado natal intitulado Los 10 grandes del futbol veracruzano, que ha sido recuperado por Graderío con prólogo de Raúl Orvañanos— Hernández Tejeda nos cuenta el caso de Oleksander Shovkovskiy, portero retirado y asistente técnico del exariete Andrei Shevchenko en la conducción de la selección nacional de futbol de Ucrania. Resulta que al quedar solamente un portero sano de los 4 del representativo ucraniano por culpa del covid, Shovkovskiy, a su 45 años y luego de casi un lustro de inactividad, “se volvió a poner los guantes y salió a la banca como suplente” en un partido contra Francia disputado en octubre de 2020. Y pienso que algo similar le ocurrió a Hernández Tejeda. Merecidamente jubilado luego de más de 7 lustros de trabajar tanto para periódicos locales y nacionales como también para la agencia de noticias del Estado mexicano, y de conducir programas en televisión y radio además de ejercer la corresponsalía para medios deportivos digitales y para las ediciones en español de rotativos de Estados Unidos y Canadá, el reportero alvaradeño se levantó de la mecedora en la que seguramente pasaba los días en Boca del Río para volver a reportear y legarnos un ilustrativo aunque doloroso itinerario de la pandemia. Pero a diferencia de Shovkovskiy, quien tuvo que volver a alinear por un apremio, Hernández Tejeda se sentó de nuevo al teclado de su computadora por deseo, gusto y vocación, movido por su intuición de reportero, y de hombre, acerca de lo que se le venía encima a la humanidad.